La biología, como el estudio de la vida y de los organismos vivos, es uno de los temas más apasionantes de las ciencias. Allí, el estudiante aprende, entre otras cosas, cómo funcionan las células y los organismos en niveles de organización molecular, celular y ecológico. Ese conocimiento es fundamental para todas las ciencias de la salud y la nutrición.

Sin embargo, la biología enseñada en ámbitos seculares se ha convertido en “evolución en acción”, epicentro de materialismo, que plantea que “la materia física es la única realidad y que todos los seres, procesos y fenómenos pueden ser explicados como manifestaciones de la materia”.1 Actualmente la doctrina ortodoxa de la biología es que la evolución constituye el motor que impulsa la emergencia de nuevas especies. El título del famoso artículo de Theodosius Dobzhansky titulado “Nothing in Biology Makes Sense Except in the Light of Evolution” [En biología, nada tiene sentido a menos que esté a la luz de la evolución]2 ha sido repetido tantas veces que se ha convertido en un dogma para los docentes de biología. Los libros de texto estándar de biología usan esa lógica para explicar la existencia y el funcionamiento de los organismos. Es predecible que los docentes de biología de las instituciones adventistas tienen el desafío de presentar su asignatura desde la perspectiva creacionista.

Afortunadamente, los docentes de la biología creacionista tienen que ver con un vasto océano de fenómenos biológicos, algo que fácilmente apoya el relato bíblico de los orígenes. Este artículo señala en primer lugar nueve de esos sucesos, en un intento por estimular a cada docente para que desarrolle su conjunto de lecciones de base creacionista. En términos ideales, el estudiante aprenderá que “En biología, nada tiene sentido a menos que esté a la luz del creacionismo”.3

La segunda parte de este artículo describe la trayectoria del autor hacia una reformulación del creacionismo, en respuesta a los comentarios que hace el espíritu de profecía sobre este tema y que invitan a la reflexión. Se extiende una invitación a los colegas, para que consideren un nuevo término –“Creacionismo supervisado”–, que declara como requisito absoluto el poder sustentador de Dios para el mundo creado.

Temas que apoyan las interpretaciones creacionistas

De la vasta gama de temas de biología o bioquímica, se seleccionan nueve temas que se prestan fácilmente a la interpretación creacionista:

1. Ningún ser vivo puede sobrevivir por sí mismo. Los organismos en un ecosistema dependen de otras entidades vivientes para la supervivencia. La Figura 1 destaca parte de la interdependencia de todos los organismos. Los humanos y los animales respiran el oxígeno que producen las plantas por medio de la fotosíntesis. Las plantas, por otro lado, requieren de nitrógeno para su crecimiento, que reciben con la ayuda de microorganismos especiales que fijan el nitrógeno. Las plantas y los microorganismos también necesitan dióxido de carbono como producto de la respiración aeróbica de una variedad de organismos, que incluye a las plantas, durante la noche. Aun los microorganismos autotróficos y fotosintéticos que mejor fijan el nitrógeno dependen de una fuente para el dióxido de carbono atmosférico.4 Mientras que la fotosíntesis no es la única fuente de oxígeno, dado que la fotólisis del óxido nitroso y del agua en la capa superior de la atmósfera por acción de la luz ultravioleta también produce oxígeno, y parte del dióxido de carbono atmosférico también proviene de gases volcánicos, la respiración y la fotosíntesis son en orden de magnitud las fuentes atmosféricas más importantes de oxígeno y dióxido de carbono.5 La Figura 1 también señala los microorganismos (intestinales) que producen vitaminas para nuestro uso.6

2. La biodegradabilidad de todas las sustancias orgánicas producidas naturalmente. Los biólogos no conocen ninguna sustancia de producción natural que no se pueda metabolizar. Si las sustancias orgánicas de producción natural no fueran biodegradables, habría grandes depósitos de materia orgánica inutilizable en todas partes, atestando la naturaleza y causando tarde o temprano una severa escasez del tan importante carbono. Uno de los más grandes derrames de petróleo de la historia, que se produjo en abril de 2010 en el Golfo de México,7 derramó según se estima unos 800 millones de litros de petróleo crudo, lo que produjo una terrible catástrofe ambiental. Su impacto negativo aún puede sentirse en la región. Una consecuencia de este evento, sin embargo, fue un incremento dramático de los microorganismos acuáticos que metabolizan el petróleo y el gas.8 El Creador hizo provisión aun para esa catástrofe producida por el hombre. Dios no tolera el desperdicio. Sin embargo, cuando los seres humanos contaminan el ambiente con objetos hechos por el hombre y no biodegradables, minan y contrarrestan su diseño.

Figura 1. — Interdependencia  de Organismos en la Biósfera 

3. Las enzimas catalizan esencialmente cada reacción química en la materia viva. Muchas sustancias en la materia viva poseen el potencial de interactuar químicamente unas con otras, produciendo compuestos que podrían ser inútiles o aun tóxicos. Esas interacciones pueden minar los procesos vitales. Las enzimas aceleran las reacciones químicas biológicamente útiles en orden de magnitud sobre eventos químicos espontáneos y aleatorios en las células, garantizando un metabolismo ordenado. De esta manera, las sustancias en la materia viva son llevadas por rutas metabólicas predeterminadas a lograr el crecimiento, movimiento, metabolismo y duplicación. En el estudio del metabolismo, vemos de qué manera el Creador optimiza el funcionamiento de la materia viva.

4. La existencia universal del remplazo de la materia en los organismos. Las rutas biodegradables se encuentran en completa sintonía con las rutas biosintéticas. Si cualquiera de los sistemas se desequilibra, el organismo perece. Aunque las células gastan considerable energía para construir moléculas de proteína, ahora sabemos que las proteínas se degradan periódicamente. Por ejemplo, la hemoglobina, la proteína que lleva el oxígeno en las células de la sangre, se degrada en unos 120 días. Los científicos finalmente llegaron a comprender la importante razón del reemplazo de las proteínas. Durante el metabolismo normal, las moléculas de proteína son dañadas al interactuar con los radicales libres de oxígeno, tornándose ineficaces y aun tóxicas. El reemplazo garantiza que no haya componentes desgastados y dañados por la oxidación de la materia viva. Todo es “fresco de fábrica”.9

5. La existencia de apoptosis, es la autodestrucción programada de células enteras para promover el desarrollo ordenado de tejidos en plantas y animales, así como la preservación de la salud de los tejidos. Así como las moléculas desgastadas son degradadas, las células viejas de los tejidos también se ven degradadas. En el transcurso de siete a diez años, cada célula de nuestro cuerpo, con excepción de las neuronas, es remplazada. Imagine las consecuencias funestas de la incapacidad de controlar la apoptosis o de tratar de establecerla mediante la prueba y error.

6. La existencia de las enzimas topoisomerasas II que, durante la duplicación, cortan ambas cadenas de ADN mientras se aferran a esas cadenas. Durante la duplicación, es necesario separar las dos cadenas de material genético. Pero en la bifurcación de duplicación, el punto de la separación de la cadena, se produce un ajuste de las cadenas aún no separadas de ADN. Sin el corte de las cadenas de ADN que liberen la tensión, la duplicación del ADN se detendría. Cuando las enzimas topoisomerasas II cortan temporariamente ambas cadenas de ADN, todo lo que separa la vida y la muerte de la célula es la estrecha sujeción de la enzima en cada cadena de ADN. Por ello, en cada ciclo de duplicación, la célula es empujada al borde de la muerte. Imagine la dificultad de que cada enzima surja por un sistema de prueba y error.

7. El mecanismo de la reacción de la peptidil transferasa sobre los ribosomas, que forma los enlaces péptidos de las proteínas, es idéntico (en la dirección reversa) al de la enzima degradadora de la proteína quimotripsina. Los ribosomas son los sitios de síntesis de las proteínas en las células. Son grandes complejos subcelulares compuestos por varias moléculas de ácido ribonucleico y más de cincuenta proteínas. Durante muchos años, los científicos no sabían cuál de las cincuenta y tanto proteínas del ribosoma bacteriano catalizaba la formación de los enlaces péptidos.10 Entonces, después de determinar las estructuras tridimensionales de los ribosomas, se descubrió que el centro catalítico del ribosoma no está en ninguna de sus proteínas sino en una ubicación especial en uno o más de los segmentos de ácido ribonucleico.11 El proceso de formación de enlaces péptidos mostró ser idéntico al reverso de la manera en que se rompen los enlaces péptidos.12 Lo sorprendente es que en los ribosomas, las bases nucleicas están haciendo el mismo trabajo que los residuos de aminoácidos de la proteína quimotripsina.

Esto ilustra la elegancia del genio del Creador para resolver problemas bioquímicos. En este caso, la formación (y degradación) de enlaces péptidos son catalizados por residuos seleccionados de aminoácidos en la enzima quimotripsina y por los residuos de purina y pirimidina en los ribosomas.

8. Anulación absoluta del equilibrio en cientos de miles de reacciones químicas en la materia viviente, a pesar del hecho de que cada reacción es impulsada vigorosamente hacia el equilibrio por una enzima. Cada reacción química tiene un comienzo, un punto medio y un fin. Todas las reacciones químicas aisladas (o cerradas) alcanzan un estado de equilibrio, donde no se producen cambios químicos netos adicionales. La vida, por otro lado, depende de cambios químicos continuos en las células. En la materia viviente, la mayoría de las reacciones químicas participan de rutas metabólicas en los que las reacciones se encuentran en sistemas abiertos, donde existe un suministro continuo de reactivos y la remoción de productos. Si por alguna razón esto se detiene, y las reacciones químicas alcanzan el equilibrio, la célula muere.

El Principio Le Chatelier en química expresa que, una vez que una reacción química alcanza el equilibrio, no vuelve a un estado de no equilibro de manera espontánea. Todos los escenarios químicos evolucionistas postulan que la vida surgió espontáneamente por el desarrollo gradual inteligente de enzimas (moléculas de proteína o ARN), que promueven pasos químicos individuales. Por lo tanto, aun si todos esos postulados fueron verdaderos, solo producirían una colección de reacciones químicas aisladas, todos en estado de equilibrio.

Para formar células vivas, todas las reacciones químicas de las células tendrían que estar presentes en forma simultánea, vinculadas en estados de no equilibrio; sin embargo, el principio de Le Chatelier impide la conversión espontánea de las reacciones químicas de estados de equilibrio a estados de no equilibrio. Por lo tanto, todas las afirmaciones que indican la emergencia espontánea de una célula viviente bajo cualquier condición resultan de por sí una imposibilidad.

9. No podemos revertir la muerte o crear la vida en el laboratorio. Debido a la gran abundancia de formas vivientes, la presencia de millones de organismos diferentes en la biosfera, suele ser dado por sentado. El nivel de especialización tan sofisticado en el diseño y funcionamiento que requiere aún el más simple de los organismos, como es el caso de las bacterias, rara vez es tomado en cuenta. Nuestro vasto conocimiento de la biología y las capacidades técnicas existentes, resultan inadecuados para fabricar una bacteria viva. Tampoco podemos restaurar la vida de una célula muerta. Los grandes avances en las ciencias y el estudio de la vida se relacionan con el descubrimiento de cómo funcionan todas las cosas. Los estudiantes merecen que se enseñe que la existencia misma de la vida es una evidencia indiscutible de la existencia del Creador.

Un trayecto personal

En mis 37 años de enseñar química, bioquímica y microbiología en el sistema educativo adventista, he enfatizado a Dios como Creador, dando al Señor todo el crédito por el diseño y la implementación de toda la biología. Pensé que eso era el contrapeso necesario ante los conceptos evolucionistas prevalecientes que en ese entonces estaban en boga. No me di cuenta de la implicación de mi lógica, a saber: Dios creó este mundo y la biósfera como una máquina extremadamente complicada y eficiente, que una vez iniciada, opera por su cuenta. Más allá de los orígenes, estaba enseñando una versión materialista del creacionismo. Con respecto a la manera en que las cosas funcionan en la biología, había escasa diferencia entre un materialista y yo. Conocía declaraciones de Elena G. White, como por ejemplo las siguientes: “Se supone que la materia está colocada en ciertas relaciones, y que se la deja obrar de acuerdo a leyes fijas, en las cuales Dios mismo no puede intervenir; que la naturaleza está dotada de ciertas propiedades y sujeta a ciertas leyes, y luego abandonada a sí misma para que obedezca a estas leyes y cumpla la obra originalmente ordenada. Esta es una falsa ciencia. En la Palabra de Dios no hay nada que pueda sostenerla. Dios no anula sus leyes, sino que obra continuamente a través de ellas y las usa como sus instrumentos. Ellas no operan independientemente. Dios está obrando perpetuamente en la naturaleza […]. No es por un poder original inherente a la naturaleza como año tras año la tierra produce sus dones y continúa su marcha alrededor del sol […]. Su poder hace florecer la vegetación, aparecer cada hoja y abrirse cada flor […]. En Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser”.13

 A pesar de ello, no sabía qué hacer con la noción de que el Señor está involucrado todo el tiempo con la operación rutinaria de la naturaleza. En un ensayo publicado en el 2000, escribí:

“Estos y otros pasajes similares en los escritos de Elena White indican la participación estrecha del Señor en la operación de nuestro mundo. Pero la ciencia y los científicos, incluyendo quien escribe estas líneas, no tienen idea cómo tratar ese concepto. Para nosotros, la materia se comporta de manera perfectamente predecible, obedeciendo las leyes fundamentales de la gravedad, la atracción entre las cargas positivas y negativas, etc. Las propiedades químicas de cada elemento dependen de la configuración de la valencia de sus electrones. Las propiedades bioquímicas de la materia viviente son conocidas basadas en las características de las proteínas, ácidos nucleicos, carbohidratos y lípidos.

“Aunque podría sugerirse que el Señor obra precisamente por medio de estas y otras leyes de la naturaleza, es una solución insatisfactoria, porque no es comprobable.

“Asimismo, esto hace a Dios directamente responsable de todo evento físico indeseable en el mundo. Si el Señor empuja directamente los átomos y las moléculas, entonces dejaría por cierto de hacerlo en el caso de la explosión a cargo de un terrorista suicida.

“Aceptar que Dios es el Creador implica que toda la materia procedió de él, y que el Señor es consciente de cada átomo del universo. Pero no se desprende necesariamente que el Señor controla cada detalle del universo mediante la supervisión activa de cada cambio químico. Me siento más cómodo permitiendo que el misterio de la naturaleza de la participación del Señor con nuestro mundo permanezca hasta que nos inscribamos en una universidad en la tierra renovada”.14

Como científicos creacionistas, deberíamos ser menos arrogantes con respecto a la comprensión de la relación existente entre el Creador y su creación. En los últimos años, se ha hecho poco para contribuir al progreso de este tema; sin embargo, sigue siendo uno en el cual muchos docentes de ciencias (y presumiblemente muchos estudiantes y aun padres) luchan para hallar respuestas. ¿Y si la participación de Dios en la naturaleza es mucho más robusta de lo que imaginamos previamente? ¿Y si todas las leyes de la física, la química y la bioquímica, que gobiernan la conducta de la materia, dependieran de la expresión continua del poder del Creador? En ese paradigma, el Creador no se encargaría de controlar cada transformación química de la naturaleza; por el contrario, se requeriría su poder para la existencia continua de las partículas subatómicas, para el fenómeno de la gravedad, las fuerzas magnéticas, las cargas positivas y negativas, etc.

Esa visión de la realidad afirma que nada del universo creado es verdaderamente independiente del Creador. Todas las entidades creadas, animadas e inanimadas, deben sus orígenes y existencia continua, nanosegundo a nanosegundo, al mantenimiento por parte del Creador. Su poder suscribe todas las leyes conocidas identificadas por la ciencia. En mi opinión, el Señor no controla todas las reacciones químicas de la naturaleza. Por el contrario, su poder, expresado de manera continua, es un requisito absoluto para que funcione la maquinaria de la vida. El Creador y su creación son entidades separadas, pero no existe nada que no sea sustentado por el Creador, como se describe en Hebreos 1:1-3. El texto bíblico que mejor ilustra un íntimo poder sustentador del Creador proviene de una fuente inusual, de uno de los “amigos” de Job: “Si pensara en retirarnos su espíritu, en quitarnos su hálito de vida, todo el género humano perecería, ¡la humanidad entera volvería a ser polvo!” (NVI).15

Creacionismo supervisado

Sugiero que llamemos a este concepto creacionismo supervisado, para enfatizar el sustento continuo que lleva a cabo el Creador sobre su creación. Esto remueve la posibilidad de que la materia se organice por sí misma para formar planetas, estrellas y galaxias en el espacio. Niega la doctrina química evolucionista de que la vida surgió espontáneamente en una hipotética Tierra primigenia y elimina cualquier noción de un “árbol de la vida” evolucionista, que pretende mostrar los vínculos evolucionistas de todos los organismos.

El creacionismo supervisado traslada la doctrina de la creación del pasado al presente, porque nos hace continuamente conscientes del poder sustentador del Creador en nuestra vida. Guardar el sábado no solo tiene que ver con el pasado, sino también con el presente y el futuro. Estamos al margen de la destrucción en las manos de nuestro solícito Creador.

Por cierto, el Señor “hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos” (NVI).16 Dios suscribe la existencia del mal con la esperanza de que algunos se vuelvan de sus sendas de destrucción. Solo ese hecho garantiza que las condiciones actuales no durarán para siempre. La marea del mal que asedia a este mundo tiene que ser motivo de gran dolor para el Señor.

Aún queda por especificar las implicaciones multifacéticas del creacionismo supervisado. La tarea inmediata de los docentes cristianos de biología es enseñar a sus estudiantes a que no vean los ecosistemas, los organismos, las células o las enzimas SOLO como maquinarias altamente sofisticadas (que lo son), sino más bien como expresiones preciosas del amor sustentador del Creador.


Este artículo ha sido sometido a la revisión de pares.

George T. Javor

George T. Javor, Ph.D., es Profesor Emérito de Bioquímica en la Facultad de Medicina de la Universidad de Loma Linda, en Loma Linda, California, Estados Unidos. Posee un título de grado en química de la Universidad Brown, un doctorado en bioquímica de la Universidad de Columbia, Nueva York, y ha completado estudios posdoctorales en la Universidad Rockefeller. Además de su libro más reciente titulado A Scientist Celebrates Creation [Un científico celebra la creación] (Fort Oglethorpe, Ga.: TEACH Services, Inc., 2012), el doctor Javor ha publicado más de cuarenta trabajos y resúmenes técnicos en el área de bioquímica, y un número similar de artículos sobre la ciencia y la Biblia.

Citación recomendada:

George T. Javor, “La enseñanza de biología a la luz de la creación,” Revista de Educación Adventista 43:1 (Octubre–Diciembre 2016). Disponible en https://www.journalofadventisteducation.org/es/2018.1.5.

NOTAS Y REFERENCIAS

  1. Webster’s New Collegiate Dictionary (Springfield, Mass.: G&C Merriam Company, 1973).
  2. Theodosius Dobzhansky, “Nothing in Biology Makes Sense Except in the Light of Evolution”, The American Biology Teacher 35:3 (Marzo 1973):125-129.
  3. George T. Javor, “Nothing in Biology Makes Sense Except in the Light of Creation”, en George T. Javor, A Scientist Celebrates Creation (Ringgold, Ga.: TEACH Services Inc., 2012), 50-60.
  4. Nathan S. Garcia, Fei-Xue Fu y David A. Hutchins, “Colimitation of the Unicellular Photosynthetic Diazotroph Crocospharea watsonii by Phosphrous, Light, and Carbon Dioxide”, Limnology and Oceanography 58:4 (Julio 2013):1,501-1,512. doi: 10.4319/lo.2013.58.4.1501.
  5. J. C. G. Walker, The Oxygen Cycle in the Natural Environment and the Biogeochemical Cycles (Berlin, Federal Republic of Germany: Springer-Verlag, 1980).
  6. J. M. Conly et al., “The Contribution of Vitamin K2 (menaquinones) Produced by the Intestinal Microflora to Human Nutritional Requirement for Vitamin K”, American Journal of Gastroenterology 89:6 (Junio 1994):915-923; Chik H. Pai and Herman C. Lichstein, “The Biosynthesis of Biotin in Microorganisms: The Physiology of Biotin Synthesis in Escherichia coli,” Biochimica et Biophysica Acta 100:1 (Abril 1965):28-35.
  7. Smithsonian, Museo Nacional de Historia Natural, “The Gulf Oil Spill”: http://ocean.si.edu/gulf-oil-spill. Visitado el 5 de julio de 2016.
  8. Eric A. Dubinsky et al., “Succession of Hydrocarbon-degrading Bacteria in the Aftermath of the Deepwater Horizon Oil Spill in the Gulf of Mexico”, Environmental Science & Technology 47 (Agosto 2013):10,860-10,867.
  9. George T. Javor, “The Bible and Microbiology”. Trabajo presentado en el Segundo Simposio sobre la Biblia y la Investigación Adventista del Instituto de Enseñanza Cristiana, Juan Dolio, República Dominicana, 15-20 de marzo de 2004: http://fae.adventist.org/essays/31Bcc_183-210.htm.
  10. Albert G. Moat, John W. Foster y Michael P. Spector, Microbial Physiology, 4ta ed. (New York: J. Wiley and Sons, 2002), 63.
  11. Donald Voet y Judith G. Voet, Biochemistry (New York: J. Wiley and Sons, 2004), 1329-1330.
  12. Moat, Foster y Spector, Microbial Physiology, 522, 523.
  13. Elena G. White, “Las leyes de la naturaleza”, Testimonios para la iglesia (Doral, Fl.: Pacific Press, 1998), t. 8, 270, 271.
  14. Javor, “The Bible and Microbiology”.
  15. Job 34:14, 15. Los textos bíblicos que dicen NVI pertenecen a la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI® Copyright © 1986, 1999, 2015 de Biblica, Inc. 
  16. Usada con autorización. Todos los derechos reservados.
  17. Mateo 5:45.