“…bajan a profundos barrancos; cavan largos túneles” (Job 28:4, Traducción en lenguaje actual).1

En dos de sus cartas el apóstol Pablo menciona a dos personas, Epeneto y Estéfanas (Romanos 16:5; 1 Corintios 16:15), refiriéndose a ellos como “las primicias”. Esta es la única vez que ellos aparecen en la historia eclesiástica. No se sabe nada sobre ellos, y si no hubiese sido por Pablo habrían quedado completamente en el olvido.

De manera similar, a través de la historia de la educación adventista mundial encontramos, junto a figuras destacadas y prominentes, muchos educadores valientes cuyas historias no hemos contado o se han olvidado. Pero no debemos olvidar a aquellos que “sacaron fuerzas de la debilidad, se hicieron fuertes en batallas” (Hebreos 11:34, RVR60); sus vidas son el fundamento sobre el cual continúa el ministerio de Jesucristo.

El propósito de este artículo es, por lo tanto, compartir las historias de tres pioneros de la educación adventista, quienes al final de sus días y durante sus luchas fueron victoriosos, habiendo preservado su fe al superar obstáculos monumentales para establecer escuelas en Brasil. Décadas más tarde, sus logros yacen en el polvo del tiempo y casi nadie los recuerda. El desfile de estos fieles precursores comienza con Huldreich Ferdinand Graf, quien sirvió con distinción en Brasil y en Estados Unidos.

Huldreich Ferdinand Graf (1855-1950)

La familia Graf es de origen alemán, pero emigraron a Canadá en la segunda mitad del siglo xix. Sus descendientes han transmitido una historia de amistad entre los Graf y la familia de Henry Ford que comenzó cuando ambas familias emprendieron un largo viaje en carreta en una “marcha a Michigan” desde Quebec. Con el tiempo, los hijos de ambas familias, Huldreich y Henry, se hicieron amigos. En el siglo xx, cuando la empresa Ford Motor Company lanzó una gran empresa de producción de caucho en la Amazonia brasileña, Henry Ford ordenó a sus ejecutivos que localizaran a su amigo en Brasil; pero la reunión nunca sucedió debido a que el pionero de la industria automotriz aparentemente nunca llegó a Brasil. Sin embargo, no hay manera de saber con certeza si la historia es verídica o no.2

Mientras estaban en Michigan, la familia Graf se convirtió a la fe Adventista del Séptimo Día. Huldreich Graf asistió al seminario teológico adventista de la iglesia en Battle Creek y trabajó como pastor y maestro en distintos lugares. En 1895, la Asociación General lo envió a Brasil como el primer pastor adventista oficial en ese país. Llegó a Brasil con su esposa, Alvina Shauder (nacida en Alsace-Lorraine), y sus dos hijas.

Graf y su familia se establecieron en Curitiba, la capital del estado de Paraná, en el sur de Brasil. Fue en esta ciudad donde surgió su espíritu pionero. No había adventistas en la ciudad, pero se atrevió a soñar en grande. Decidió abrir una escuela en su propia casa, la primera escuela adventista en el inmenso territorio brasileño. El 1 de julio de 1896 Graf estableció su Colegio Internacional en Curitiba con tan solo unos 10 estudiantes. Invitó a Guilherme Stein y a su esposa, María, a ser los maestros. Sten fue el primer brasileño en ser bautizado en la Iglesia Adventista en Brasil (bautizado por Frank Westphal, un conocido pionero en la obra adventista en América del sur) gracias a los esfuerzos de los colportores que trabajaron en Brasil, como A. B. Stauffer.3

El hogar de los Graf, con menos de 300 metros cuadrados, cumplía muchas funciones: era hogar de dos familias y servía también como escuela y casa de adoración. No se escatimaron recursos en la adquisición de materiales didácticos y pedagógicos. Los métodos de enseñanza implementados por los Stein eran modernos e innovadores. En pocos años, la escuela tenía 400 estudiantes inscritos y tuvieron que alquilar un nuevo edificio, el cual cumplía la doble función de instalaciones educativas y casa de adoración.

El valor y la habilidad de Graf para montar a caballo durante varios días, acumulando cientos de kilómetros, eran legendarios. ¡Un año cabalgó por 300 días seguidos! Algunos historiadores4 calculan que durante su ministerio cabalgó aproximadamente 24,000 kilómetros. En 12 años de trabajo activo bautizó a 1,400 personas y organizó 20 iglesias, además de establecer la primera escuela.

Todos esos kilómetros cabalgando caballos y mulas le proporcionaron a Graf historias extraordinarias. Reportó que “una de las mulas siempre se quedaba atrás. Luego, el segundo día, poco después de oscurecer, mi mula se rehusó a continuar y se detuvo. Estábamos en un camino estrecho que conducía a una montaña alta, era un lugar muy peligroso. Por mucho tiempo intenté de todo para que las mulas se movieran, pero en vez de subir la montaña, se dieron la vuelta y se dirigieron cuesta abajo. En ese momento recordé la historia de Balaam y su asna; entonces, me arrodillé y le pedí al Señor que, si nos dirigíamos por el camino equivocado, hiciera que mis mulas bajaran, y que si los demonios estaban en mi camino, que los eliminara. El Señor me escuchó y las mulas continuaron subiendo la montaña. A las dos de la mañana llegué a la casa del hermano Schwantes. Para no asustarlos a la medianoche en medio del bosque, intenté despertarlos cantando el himno ‘¿Nos veremos junto al rio?’”5

Huldreich Graf y su familia un par de años después de su llegada a Brasil. (Fuente: Colección personal del autor.)

Durante esos largos viajes, sus comidas consistían en maní, pan de maíz y agua. Cuando había naranjas y caña de azúcar era motivo de gran alegría. Nunca viajó solo, sino con la compañía de hermanos en la fe y personas interesadas en aprender acerca de Dios.

Cuando la ruta era desconocida, Graf se guiaba con mapas, una brújula y las estrellas. La situación se complicaba cuando llovía. Una vez comentó que “…Nos llegó una terrible lluvia con granizo. Al llegar al río que estaba lleno debido a la lluvia, atamos la mayoría de nuestra ropa a la mula, le pedimos al Señor que nos ayudara y nos lanzamos al río. Yo lo pude cruzar ileso, pero al hermano Schwantes lo atrapó la corriente, perdió sus botas y su mula se regresó a la orilla. Un amigo que había venido a ayudarnos a cruzar el río detuvo a la mula y pudimos hacerla que cruzara el río jalándola con una larga soga que teníamos.

Así mojados como estábamos continuamos viajando, agradecidos a Dios por Sus cuidados para con nosotros. Dos horas después llegamos al otro río. Ahí nos encontramos a un vaquero que prometió ayudarnos a encontrar un lugar a la mañana siguiente para poder cruzar y nos invitó a quedarnos en su casa. Nos dio un plato de frijoles negros mal preparado, pero lo disfrutamos mucho ya que estaba caliente y teníamos mucho frío”.6

Excepto por un breve período cuando regresó a Estados Unidos y trabajó en Ohio, Minnesota y California, Huldreich Graf vivió en Brasil. Falleció la noche del 4 de diciembre de 1946. Hoy, a más de 70 años de su muerte, Huldreich Graf ha quedado casi en el olvido. Sin embargo, su tumba, localizada en un cementerio protestante en un pequeño pueblo perdido en las mesetas de Rio Grande do Sul, ¡ciertamente está marcada por el Salvador para despertarlo muy pronto!

Waldermar Ehlers (1879-1929)

Como no había adventistas en Brasil con un certificado de enseñanza, un joven adventista empleado de la casa publicadora alemana dejó su hogar en Alemania y tomó un barco hacia Brasil. Su nombre era Waldemar Ehlers. Al igual que los Stein, Ehlers no tenía una licencia oficial de enseñanza; sin embargo, los líderes de la iglesia creían que Ehlers y su futura esposa serían útiles para avanzar la obra educativa en Brasil. Su prometida, Mary Creeper, nacida en Bristol, Inglaterra de padres alemanes, había trabajado en Hamburgo como secretaria del conocido ministro L. R. Conradi. Ambos tenían 20 años cuando se casaron, y a pesar de ser tan jóvenes ya eran misioneros en un país distante en América del Sur. Aprendieron a entender los diferentes hábitos y costumbres, entre ellos el carnaval.

El folclore de la familia incluye esta historia: un año, durante el desfile de carnaval, había una carroza que representaba a la joven familia Ehlers. Un chico (tal vez un estudiante) lo imitaba con gestos frenéticos, y una chica imitaba a Mary tocando el órgano, y la niñera saludaba con un recién nacido en sus brazos. Todo esto se realizó con la intención de que la multitud reaccionara con una risa estridente. Sin duda alguna, la comunidad se sintió cómoda para imitar a la familia, lo que prueba la popularidad de la pareja entre la población de Curitiba.

En 1902, la familia se trasladó al estado de Espírito Santo en la costa central de Brasil, donde también había una gran comunidad de inmigrantes alemanes. Ehlers ya trabajaba como pastor. Debido a que las demoras salariales eran frecuentes, su esposa decisión abrir una escuela de iglesia para ayudar con los gastos domésticos de la familia, que estaba creciendo. Esta fue la primera iglesia adventista en esa región de Brasil. Podemos imaginarnos a la Sra. Ehlers, quien hablaba cuatro idiomas con fluidez, atendiendo las necesidades de su familia y trabajando en la nueva escuela en las afueras de la ciudad. Su casa estaba en la planta baja de la escuela, sin electricidad, y para comer solo contaban con lo que los estudiantes les proveían.

La residencia de los Ehlers estaba separada de una taberna solo por una pared de madera. En la taberna, el producto más vendido era cachaça, una bebida típica brasileña con un alto contenido de alcohol.

Waldemar Ehlers constantemente tenía reuniones evangelísticas en la noche, lejos de su casa, y se trasladaba a caballo. Una noche, mientras estaba fuera de casa, el ruido en la taberna era más fuerte de lo habitual. ¡A través de la pared de madera Mary Ehlers pudo escuchar los planes para asesinar a su esposo cuando regresara de la reunión esa noche!

Sin nadie a quien pedirle ayuda, y sin poder advertir a su esposo, lo único que pudo hacer fue pedir ayuda divina. ¡Y como oró esa noche!

Waldemar Ehlers (sentado, segundo de la izquierda) cuando era profesor en Friedensau. Regresó a Alemania para buscar atención médica y permaneció ahí durante todo el período de la Segunda Guerra Mundial. (Fuente: Colección personal del autor.)

Se sintió aliviada al escuchar el ruido del caballo de su esposo que regresaba de las reuniones evangelísticas a la hora acostumbrada. No pasó mucho tiempo antes de que ambos escucharan que a los hombres que habían salido a matarlo regresaron. Continuaron tomando cachaça y gritando; no entendían cómo Ehlers había pasado cerca de ellos sin que se dieran cuenta,7 pero la pareja sabía que fue Dios quien lo había protegido.

A pesar de la aterradora experiencia de esa noche, a la mañana siguiente las clases continuaron con normalidad y todo estaba en silencio en la humilde escuela de madera con escritorios improvisados, donde los fieles maestros enseñaban y predicaban al mismo tiempo. La escuela permaneció abierta durante décadas, y fue ahí donde muchos niños entregaron su corazón a Jesús. La iglesia continuó prosperando y muchos de esos niños se convirtieron en fieles siervos de Dios, quienes trabajaron en las diferentes instituciones de la iglesia.

Décadas después, el yerno de Ehlers, George Hoyler, también experimentó serias dificultades para compartir el evangelio en Brasil. Hoyler era pastor de ovejas en su país de origen, Alemania, cuando a los 19 años de edad, se convirtió a la fe adventista gracias al ejemplo de sus jefes quienes no le permitían trabajar los sábados y quienes servían una bebida de cebada en vez de café. Después de asistir y graduarse del Seminario Marienhöehe con una Licenciatura en Teología, recibió un llamado en 1927 para ir a Brasil.

En la década de 1940, Hoyler trabajó en el sur del estado de Bahia, cerca de donde había vivido la familia de su suegro. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, el gobierno brasileño se unió a las Fuerzas Aliadas y le declaró la guerra a la Alemania nazi. El gobierno cerró y nacionalizó las escuelas y las organizaciones comerciales e industriales con presencia alemana.

Una tarde en la ciudad de Ilheus, la ciudad principal del distrito donde Hoyler trabajaba, su hija adolescente, al regresar a casa, encontró a su madre sentada en el porche al borde de la desesperación. “¡Arrestaron a tu padre! ¡Es alemán y sospechaban de él! Como eres menor de edad, a ti te dejarán verlo en la cárcel”. La jovencita corrió para ver dónde tenían preso a su padre. Le permitieron verlo y llevarle comida, ropa limpia, una almohada y un colchón. Todos los alemanes nativos fueron encarcelados, incluido el sacerdote de la ciudad.

Después Hoyler describió los acontecimientos: “…durante la guerra fui encarcelado por varias semanas en la compañía de sacerdotes, maestros y granjeros por haber cometido el delito de haber nacido en Italia o Alemania. Entre los prisioneros se encontraba gente que le temía incluso a los que estaban enterrados en el cementerio. Aquí también tenemos una historia que contar, ya que las personas, enfurecidas, invadieron nuestra casa y la de los otros extranjeros. A mí me tomaron preso y fueron llevadas nuestras pertenencias a través de las calles. Pero Dios en su mano poderosa nos protegió, así como lo hizo después en mis viajes por el país. Mientras los sacerdotes recibían pocas visitas, nuestra hermandad me trajo ayuda y consuelo. Ellos decían estar conmigo en ayuno y oración. Uno de los queridos hermanos viajó 140 kilómetros a pie para visitarme. Incluso la policía estaba sorprendida del contraste con los demás prisioneros. Además, tuve el privilegio de bautizar a uno de los policías. Esta experiencia también fue de bendición para todos, a pesar de los días difíciles de incertidumbre y angustia de mi esposa, mis hijos y mi suegra”.8

La profesora Edith Ruth Weber Martins en la humilde escuela rural donde vivió por seis meses sin comer pan. (Fuente: Colección personal del autor.)

Hoy, mucho tiempo después de estos tres eventos, ¡podemos encontrar a los descendientes de las familias Ehlers y Hoyler todavía enseñando! Siguen firmes en la fe de sus padres, inspirados por el ejemplo que les han dejado.

Edith Ruth Weber Martins

En 1912, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, llegó un barco a Brasil trayendo a la familia de Otto y Maria Weber, de origen alemán. ¿Por qué esta familia decidió dejar su país de origen para migrar a Brasil? Por una razón tan simple como profunda: la educación de sus siete hijos. En Alemania en esa época era obligatorio enviar a sus hijos a la escuela los sábados. Incluso había una fuerza de “policía escolar” que verificaba la ausencia de los estudiantes y los buscaba en casa. Al negarse a aceptar esta situación, la familia Weber decidió mudarse a Brasil y establecerse en Curitiba, donde prosperaron financieramente. En ese momento, no había una escuela adventista en la ciudad, pero sus hijos fueron a escuelas luteranas alemanas. Después, los chicos fueron al Seminario Adventista en São Paulo, el cual fue establecido en 1915 y ahora se conoce como Centro Universitário Adventista de São Paulo (UNASP).

Una de las hijas, Edith, se convirtió en maestra. En la década de 1930 la asociación local la invitó a enseñar en la escuela adventista. Ella abandonó las comodidades de su hogar y su familia para enseñar en una pequeña escuela adventista en el área rural de Xanxerê, en el estado de Santa Catarina. La escuela consistía en una sola sala de madera localizada en el campo abierto en medio del bosque tropical. Tenía 20 alumnos, quienes iban a la escuela descalzos, mal vestidos, y tenían diferentes niveles de escolaridad y diferentes edades.

Muchos años después de jubilarse, Edith le contó a sus tres hijas, todas maestras adventistas, acerca de sus recuerdos. Para poder sobrevivir, los alumnos solían compartir con ella lo que sus familias plantaban. La harina de trigo no existía ahí. ¿Salario? No llegaba. ¡Pasó seis meses sin comer pan! Ya que ella venía de un hogar donde lo tenía todo, ¡es fácil imaginar cuán difícil debió haber sido para ella! Los únicos alimentos disponibles en la zona donde la habían asignado eran yuca, papa, papa dulce, calabaza y algunas frutas.9

Hoy, los descendientes de esa pareja que emigraron debido a que se reusaron a enviar a sus hijos a la escuela los sábados, son brasileños de quinta generación, muchos de los cuales trabajan para la iglesia.

Reflexiones finales

Reflexionar sobre estos recuerdos nos lleva a pensar en las palabras de Hebreos capítulo 11 y afirmar con el autor: “¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de… los profetas… que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas… sacaron fuerzas de debilidad… fueron atormentados… experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles… angustiados, maltratados [y] de los cuales el mundo no era digno” (Hebreos 11:32-38, RVR60).

Los pioneros de la educación adventista del séptimo día en Brasil experimentaron esa fe. ¿Y qué es fe? Una confianza inquebrantable en que Dios guía la vida de Sus hijos. Fe también es ver lo invisible, aferrarse a las promesas de Dios. Fe es intercambiar la ignorancia terrenal por la sabiduría divina. Significa intercambiar la debilidad humana por la fortaleza que viene de lo alto, enviada a todos aquellos que aspiran la victoria espiritual.

A cada educador adventista hoy, la inspiración que viene de los pioneros es la certeza de que la fe es la victoria. Que estos recuerdos y ejemplos nos inspiren a continuar en la fe, confiando en la mano poderosa de Dios para guiarnos.


Este artículo ha pasdo por la revision de pares.

Renato Gross

Renato Gross, Ed.D., es un profesor adventista jubilado con más de 40 años de servicio en la educación. Estudió en el Seminario Adventista Latinoamericano de Teología en el Instituto Adventista Paranaense en el norte del estado de Paraná, y después obtuvo un Doctorado en Educación de la Universidad de Campinas en Sao Paulo, Brasil. El Dr. Gross ha trabajado como profesor de educación superior en el área de ciencias sociales y como investigador de historia y filosofía de la educación. En 2013, la Asociación del Sur de Brasil de la Iglesia Adventista del Séptimo Día lo honró con la medalla Guilherme Stein Jr.

Ivan Gross

Ivan Gross, M.Ed., es psicólogo y enseña psicología en la Universidad de Uniguaçu en el estado de Paraná, en Brasil. Obtuvo una Maestría en Educación de la Universidad Tuiuti de Paraná, en la ciudad de Curitiba en Brasil.

Citación recomendada:

Renato Gross and Ivan Gross, “Recuerdos de los pioneros de la educación adventista en Brasil,” Revista de Educación Adventista 48:1 (Octubre–Diciembre, 2018). Disponible en https://www.journalofadventisteducation.org/es/2019.48.1.3.


NOTAS Y REFERENCIAS

  1. Job 28:4. Traducción en lenguaje actual (TLA). Derechos reservados © 2000 Por las Sociedades Bíblicas Unidas.
  2. Entrevista con los descendientes de Huldreich Graf en 2014.
  3. E. H. Meyers, "Reseña de los comienzos de la obra en Sudamérica" (Buenos Aires, Argentina: Casa Editora Sudamericana, s.f.), 28.
  4. Meyers, "Reseña de los comienzos de la obra en Sudamérica"; Hector Peverini, En las huellas de la Providencia (Buenos Aires, Argentina: Casa Editora Sudamericana, 1988); Floyd Greenleaf, A Land of Hope: Growth of the Seventh-day Adventist Church in South America [“Una tierra de la esperanza: El crecimiento de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en América del Sur”] (São Paulo, Brasil: Casa Publicadora Brasileira, 2011).
  5. Relato autobiográfico en alemán. En los archivos personales de Renato Gross.
  6. Ibid.
  7. Entrevista con Edith Hoyler, quien proporcionó los relatos escritos en 2013.
  8. Reporte autobiográfico referido anteriormente. En los archivos personales de Renato Gross.
  9. Entrevista con la hija de Edith Weber Martins, Profesora Maria W. de Paula, en 2005.