Leslie R. Martin • Mikayla C. Conneen

Vacunas:

Una herramienta poderosa en la prevención de enfermedades

Ioana Czegledi era una niña rumana de mejillas rosadas con cabello rubio que habría cumplido diez años en mayo de 2017. Sin embargo, el mes anterior estaba con fiebre, su piel cubierta de manchas y su cuerpo incapaz de contener los alimentos. A pesar de todos los esfuerzos realizados por el equipo médico, murió por complicaciones de sarampión.1 Ioana había nacido con problemas médicos que hacía peligroso la vacunación. Su madre hizo todo lo posible por protegerla de la exposición a enfermedades contagiosas, pero debido a que Ioana se deshidrató mucho en abril, la tuvieron que internar en el hospital pediátrico en Timisoara. Ahí fue donde contrajo la enfermedad que la mató tan rápidamente; ella fue una de los 59 rumanos que han muerto desde que comenzó la epidemia de sarampión en 2016.

Antes del desarrollo de una vacuna contra el sarampión, que estuvo disponible en Estados Unidos en 1963, se estima que la mayoría de los niños estadounidenses contrajeran sarampión a la edad de 15 años, y que entre tres y cuatro millones de individuos en Estados Unidos se infectaran anualmente, resultando en 400 a 500 muertes.2 En el año 2000, Estados Unidos declaró eliminado el sarampión, lo que proporciona una excelente ilustración de la eficacia de las vacunas para reducir la mortalidad* y morbilidad* asociadas con las enfermedades transmisibles. Del mismo modo, otras enfermedades como la difteria, la tosferina, la poliomielitis y la viruela, controladas al menos parcialmente por vacunas, ha sido declarado que han sido erradicadas mundialmente.3

Sin embargo, a pesar de estas aparentes historias de éxito, la poderosa herramienta de vacunación aún no ha mostrado su potencial máximo. El caso de Ioana es solo uno de los muchos casos trágicos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que hubo una disminución del 84 por ciento en las muertes por sarampión entre los años 2000 y 2016, aunque al menos siete millones de personas contrajeron infecciones de sarampión en 2016.4 Un seguimiento por parte de la OMS sobre la cobertura mundial de vacunas indica que en los últimos siete años la proporción de niños a nivel mundial, que han recibido las vacunas recomendadas, no ha aumentado a pesar de los esfuerzos, sino, que se ha mantenido estable en un 85 por ciento.5

La influenza es otra enfermedad transmisible que, para muchos, parece desagradable pero no particularmente peligrosa. Por lo tanto, a pesar del difícil acceso a las vacunas contra la influenza actualizadas anualmente en muchas partes del mundo, vacunarse no constituye una alta prioridad. Es común escuchar a personas decir, “Todavía no he ido a vacunarme, pero necesito ir”, o “Creo que este año no me voy a vacunar; el año pasado no fui y no me pasó nada”. El peligro potencial de este tipo de mentalidad se puede ver en la experiencia de dos médicos de Texas (EE. UU.), cuyo hijo sano y activo, León, murió de gripe en la Navidad de 2017.6 León había comenzado a sentirse enfermo dos días antes y en menos de 48 horas había muerto. La triste ironía es que estaba planificada su cita para ser vacunado contra la gripa el 3 de enero, cuando también su hermano de dos años recibiría las vacunas necesarias. En una entrevista su madre dijo, “Ni siquiera había pensado que era algo que realmente tenía que darle prioridad… simplemente se me pasó”. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos reportaron que León fue uno de los 180 niños que murieron de gripe en la temporada de invierno de 2017-2018 y que casi el 80 por ciento de estos niños no habían recibido la vacuna contra la gripe.

La evidencia científica claramente demuestra que las vacunas reducen la mortalidad y la morbilidad asociadas con las enfermedades transmisibles pero, a pesar de la documentación sobre la seguridad y la eficacia de las mismas, se han observado disminuciones recientes en las tasas de vacunación en algunas áreas del mundo.7 Esto, en parte, explica la amenaza actual de sarampión: ahora vemos el resurgimiento de varias enfermedades tales como el sarampión y la tosferina, que previamente estaban bien controladas o en gran medida erradicadas.8 La erosión del progreso contra las enfermedades prevenibles queda bien ilustrada por el hecho de que 98 países, desde Ucrania hasta Filipinas, reportaron más casos de sarampión en 2018 que en 2017.9 En algunas partes del mundo puede ser difícil obtener las vacunas necesarias. Por ejemplo, en medio de la guerra civil de Siria, se ha estimado que por lo menos 400,000 niños menores de cinco años no han sido vacunados contra la poliomielitis.10 Los conflictos internos también han perjudicado los esfuerzos de vacunación en lugares como Nigeria y Pakistán.11 Como resultado, se han registrado nuevos casos, aunque solo los del este de Siria han sido lo suficientemente numerosos como para ser clasificados como un brote. Los brotes de enfermedades en Estados Unidos y en Europa tienen menos probabilidades de ser causados por la falta de acceso y, en cambio, reflejan en gran medida las creencias personales y la desinformación.

Tener acceso a las vacunas versus decidir no vacunarse: estas explicaciones amplias y muy diferentes ilustran que la falta de vacunación no es un problema con una solución única. Las razones por las cuales las personas no obtienen las vacunas recomendadas para ellos o para sus hijos incluyen la religión, la resistencia a la influencia de líderes o grupos de presión (pro-vacunas), la objeción a las políticas gubernamentales o institucionales (mandatos), las creencias personales, las normas sociales, el conocimiento o la conciencia, la falta de confianza en los profesionales de salud, el horario o el modo de administración, la geografía o la economía.12 Las creencias personales, el conocimiento y las normas sociales relacionadas con la renuencia a las vacunas* casi siempre están vinculados a los datos incorrectos, los cuales, desafortunadamente, a veces llegan a través de medios confiables (amigos y familia, grupos religiosos y redes sociales). Tal vez el mejor ejemplo es el infame artículo publicado por Andrew Wakefield y sus colegas en 1998 que relacionó las vacunas contra el sarampión, las paperas y la rubéola (la vacuna triple vírica) con el autismo.13 Los investigadores posteriores no lograron replicar sus hallazgos, y el Consejo Médico General del Reino Unido finalmente concluyó que Wakefield había actuado de forma deshonesta e irresponsable en los protocolos de recolección y análisis de datos; su licencia médica fue revocada y su artículo de investigación fue retirado por el Lancet, la revista médica que lo había publicado (esto significa que ya no se considera parte de la literatura científica debido a la mala conducta, específicamente por fraude y tergiversación de datos). Sin embargo, las afirmaciones falsas en ese artículo ya habían tenido un impacto y algunos continúan creyendo sus aseveraciones desacreditadas. Abordar las brechas de vacunación debido a la falta de disponibilidad es difícil (se requieren recursos e inversión), pero la forma de abordar este problema es muy sencilla. Sin embargo, las intervenciones destinadas a cambiar las actitudes y creencias personales han resultado ser más problemáticas: a menudo han sido ineficaces y, en ciertos casos, incluso han producido resultados opuestos a los previstos.

Nyhan y sus colegas14 describieron un ejemplo inverso. Su estudio de la vacuna triple vírica incluyó un grupo representativo nacional (EE. UU.) de 1,759 padres. Los participantes fueron asignados de manera aleatoria a intervenciones que incluían (1) evidencia de que la vacuna triple vírica no causa autismo, (2) información sobre el peligro de las enfermedades contra las cuales la vacuna triple vírica protege, (3) imágenes de niños con enfermedades prevenibles con la vacuna triple vírica y (4) una narrativa dramática sobre un infante que casi muere de sarampión. Ninguna de las intervenciones logró incrementar la intención de los padres de vacunar a sus hijos. El proporcionar evidencia de que la vacuna no estaba ligada con el autismo redujo de manera exitosa las creencias erróneas sobre tal vinculación, pero, para los padres que tenían las actitudes más negativas sobre las vacunas al inicio del estudio, la intención de vacunar disminuyó a pesar de que sus creencias eran ahora aún más precisas. Esto se conoce como sesgo de confirmación*. Además, los padres que vieron las fotos de los niños con enfermedades prevenibles con la vacuna triple vírica expresaron mayores creencias sobre un vínculo entre la vacuna y el autismo, y aquellos que escucharon sobre el infante que casi muere de sarampión se convencieron de que la vacuna misma tenía efectos secundarios graves. Resultados sorprendentes proporcionan una ventana sobre cuán desafiante puede ser cambiar no solo las intenciones (y sus comportamientos relevantes), sino también las creencias subyacentes.

Pero, ¿por qué es tan difícil desacreditar las creencias erróneas sobre las vacunas? Lewandowsky y sus colegas15 resumen varios procesos cognitivos que están involucrados con la aceptación y la retención de información errónea por parte de las personas. Primero, no siempre es fácil identificar la información falsa; puede ser difícil saber si la información que encontramos es confiable o no. Segundo, cuando intentamos hacer esta determinación, comparamos la información nueva contra la que creemos que es verdad. Es más difícil procesar la información que no concuerda con lo que ya creemos16 y también provoca sentimientos negativos.17 Esto crea un sesgo en contra de aceptar la información que es incompatible con nuestras creencias existentes. Lewandowsky también señala que la coherencia de la información (ya sea que parezca encajar en una forma organizada y razonable), independientemente de que las demás personas de nuestro grupo social lo crean o no, y la credibilidad percibida de la fuente también contribuye a su aceptación.

Además de estos factores cognitivos, existe un problema adicional con respecto a las vacunas: su éxito ahora puede estar contribuyendo a la renuencia de las personas con respecto a las mismas. Tomemos a Estados Unidos como un ejemplo. La mayoría de las enfermedades prevenibles por vacunación están en niveles históricamente bajos, lo que significa que los padres jóvenes nunca han visto de primera mano los estragos de las infecciones transmisibles que alguna vez fueron comunes y, por lo tanto, tienen menos sentido de urgencia con respecto a vacunar a sus hijos.18 Cuando esto se agrega a los factores cognitivos ya descritos, no es sorprendente que cambiar las creencias, actitudes y comportamientos con respecto a las vacunas es una tarea difícil.

Entonces, ¿qué se puede hacer a nivel escolar para garantizar que los estudiantes estén protegidos por las vacunas? Las escuelas deberían tener políticas con respecto a las vacunas requeridas para entrar y continuar en la escuela, tanto para los estudiantes como para los administradores, maestros, empleados y voluntarios que tienen contacto con los estudiantes (véase la Barra lateral 1). La literatura19 proporciona recomendaciones que, aunque no se garantiza que eliminen el incumplimiento de las vacunas, pueden ser útiles para llevar a las personas hacia una mejor adherencia a las recomendaciones de vacunación. Examinemos esto con más detalle:

Mantener buenos registros. Los alumnos deben vacunarse antes de que se matriculen en la escuela. Consulte los sitios web del departamento de salud del estado o del gobierno para obtener pautas sobre qué se necesita antes de inscribirse en la escuela (véase el Recuadro 2). Realice evaluaciones periódicas de cuales son las vacunas que ya tienen los estudiantes en su escuela. Conocer la tasa de vacunación de la escuela puede ser útil para determinar si hay un problema que se necesita abordar (y muchos países requieren que las escuelas mantengan registros de vacunación). Estos registros también son útiles en caso de un brote de enfermedad.

Garantizar la accesibilidad. En algunos países, el sistema de salud socializado asegura que las vacunas sean accesibles para todos, pero no es el caso en todas partes. Aun así, la mayoría de las vacunas no son prohibitivamente caras, pero será útil realizar pruebas para identificar y eliminar las barreras financieras existentes. Las clínicas de inmunización del condado (o regionales) son una buena fuente de vacunas de bajo costo y las clínicas de emergencias a veces firman contratos con las escuelas para ofrecer descuentos en las vacunas requeridas. Se ha mostrado que la accesibilidad incrementa el número de individuos que reciben las vacunas.20

Proporcionar vacunas in situ. Los estudiantes deben haber obtenido ciertas vacunas antes de poder inscribirse en la escuela. Se puede mejorar la accesibilidad financiera y el tiempo al proporcionar las vacunas in situ, tal vez organizando un “día de vacunación” anual cuando un enfermero escolar, un enfermero delegado (que administra medicamentos), un médico o un enfermero de salud pública puedan proporcionar por lo menos algunas vacunas necesarias para los estudiantes. Algunas de las vacunas pueden ser VPH (virus del papiloma humano), influenza, difteria, tétanos, meningococo, hepatitis (A/B), varicela, SPR (o Triple viral para sarampión, paperas y rubiola) u otros refuerzos necesarios. Establezca la expectativa de que las vacunas se obtendrán en este día (y haga de ese día una fecha establecida anualmente) para motivar a los padres a que sus hijos participen. Se deben tener conversaciones de seguimiento con los padres sobre este tema durante todo el curso escolar y las pautas descritas más adelante en esta lista ayudarán a los administradores escolares a enmarcar el contenido de estas sesiones (véase el recuadro 2 para acceder a los enlaces de los calendarios de vacunación más comúnmente recomendados).

Definir claramente los requisitos de vacunación. Los datos muestran que cuando las exenciones no médicas son más fáciles de obtener, las tasas de enfermedades son más altas.21 Debido a que los gobiernos estatales o locales tienen varios requisitos para las inscripciones a las escuelas, se deben establecer políticas que permitan que las vacunas sean “la opción predeterminada” y que sea más difícil para los padres solicitar una exención ante la escuela. La Iglesia Adventista del Séptimo Día no apoya las exenciones religiosas; las pautas actuales de la denominación con respecto a las vacunas se pueden encontrar en la siguiente liga: http://www.adventist.org/en/information/official-statements/guidelines/article/go/-/immunization (véase el Recuadro 3). Una estrategia efectiva22 para mejorar las tasas de vacunación puede ser que las exenciones sean más difíciles obtener.

Participar en contactos continuos. Haga que un enfermero u otro funcionario de la escuela haga llamadas telefónicas a los familiares de los estudiantes que no estén vacunados o que no hayan sido admitidos en la escuela (o que hayan sido enviados a casa). A veces una solicitud personal de un miembro confiable o valioso de la red social puede hacer la diferencia. Los padres también deberán conocer los requisitos para los hijos no vacunados, en caso de que estén expuestos a enfermedades o en caso de que ocurra un brote (por ejemplo, la cantidad de tiempo que deberán permanecer en casa fuera de la escuela). Puede ser que los departamentos locales de salud tengan panfletos u otras pautas para las escuelas con respecto a este tema.

Las investigaciones también muestran que tener discusiones más profundas con padres vacilantes puede ayudar a mejorar las tasas de vacunación.23 Durante estas discusiones, se pueden utilizar las técnicas descritas más adelante en esta lista.

Asegurar mensajes consistentes. Eduque a los maestros (y otros funcionarios de la escuela) sobre la importancia de las vacunas, incluyendo su eficacia y seguridad. Esto ayudará a evitar que informaciones equivocadas no se compartan accidentalmente y que se proporcionen mensajes claros y consistentes a los padres y a los estudiantes, incluido un ejemplo en el cumplimiento de las inmunizaciones. Puede ser útil tener artículos de manera ocasional en el periódico o en el sitio web de la escuela sobre la importancia de tener todas las vacunas al día. Esto da un mensaje coherente por parte de los administradores de la escuela. También se debe incluir la información en el currículo de las clases de salud.

Los datos indican que cuando los mensajes entre los profesionales de salud y las otras autoridades confiables son consistentes, esos mensajes son más convincentes y la adherencia es mejor.24 Los padres deben consultar con su médico familiar para recibir orientación. La declaración de la Asociación Nacional de Enfermería Escolar con respecto a las vacunas también es un buen recurso, disponible en la siguiente liga: http://www.nasn.org/advocacy/professional-practice-documents/position-statements/ps-immunizations.

No reforzar los mitos. Al intentar corregir la información equivocada, es fácil reforzar inadvertidamente lo que se intenta desafiar al repetirlo de manera innecesaria.25 Por lo tanto, de ser posible, enfatice la información correcta sin repetir la información errónea. Si se debe abordar la información incorrecta introduzca la discusión con una advertencia explícita de que se trata de información falsa. Esto motivará a las personas a estar mentalmente atentos y a ser menos propensas a ser influenciadas por la desinformación.

Llenar la falta de información. Cuando se desacreditan las falacias, esto crea una brecha en el conocimiento, lo que hace que sea importante llenar esa falta de información con datos precisos. Proporcione información correcta sobre la eficacia y la seguridad de las vacunas inmediatamente después de que se haya desacreditado la información errónea (véase la Barra lateral 2).

Mantenerlo simple. Las presentaciones deben ser breves y directas. Evite la jerga e incluya materiales ilustrativos (como diagramas y animaciones) que ayuden a explicar los conceptos importantes. Asegúrese que la información correcta y el mensaje deseado sean más convincente y al menos tan fácil de recordar como la información errónea. Es más, las investigaciones muestran consistentemente el hecho de que la información nueva (y verdadera) sea tan fácil de procesar y enfocarse en ella tanto como sea posible (en lugar de enfocarse en el mito que se debe desacreditar), son estrategias efectivas para corregir las creencias erróneas.26 Esto puede ser un desafío porque la desinformación a menudo se basa en el miedo y los seres humanos tienden a prestar atención y recordar lo que les causa ansiedad. Para ayudar a mitigar la aprehensión a situaciones que producen ansiedad (por ejemplo, recibir una vacuna simple para evitar una enfermedad peligrosa), se pueden proporcionar instrucciones claras que le muestren a las personas lo que pueden hacer para abordar tales situaciones.

Apoyar cosmovisiones existentes. En la medida de lo posible, presente la información de manera que sea consistente con la cosmovisión y los valores de su público: esto hace que los vínculos con el conocimiento existente sean más fáciles y más efectivos para recordar.27 Con respecto a las prácticas religiosas, esto no es generalmente un problema para los Adventistas del Séptimo Día, pero las personas tienen muchos valores adicionales a los valores religiosos. Algunos padres pueden creer, por ejemplo, que la inmunidad natural es mejor para sus hijos; incluso cuando aceptan que las vacunas son seguras y efectivas. Esto abre la oportunidad de introducir otros valores a la discusión; valores tales como el cuidado de la comunidad y la importancia de la inmunidad de grupo* para proteger a los individuos inmunocomprometidos que no pueden recibir inmunizaciones por razones médicas.

La vacuna del VPH (virus del papiloma humano) es única porque la objeción a esta vacuna a menudo se basa en motivos religiosos y morales.28 Particularmente en las escuelas (y familias) que fomentan la abstinencia sexual previa al matrimonio, los padres pueden sentir que sus hijos no necesitan esta vacuna porque actualmente no tienen relaciones sexuales y no van a tener un comportamiento promiscuo.

Estas actitudes reflejan un concepto erróneo sobre las vacunas (que solo son necesarias si los adolescentes y los jóvenes son sexualmente activos) y, por lo tanto, puede ser útil replantear en términos de los riesgos a largo plazo documentados (por ejemplo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos estima que cada adulto sexualmente activo en EE. UU será infectado con el VPH por lo menos una vez en su vida, y las infecciones por el VPH representan ~27,000 diagnósticos de cáncer anualmente, incluyendo el cáncer de garganta media, cervical y de ano).29

Ayudar a las personas a asimilar la información. Si se debe presentar información que es inconsistente con los valores o la cosmovisión de los padres, proporcione ayuda para asimilarlo, tal vez al presentarlo de una manera que afirme su cosmovisión (por ejemplo, enfocarse en los beneficios en vez de los riesgos o recordarle a los padres textos bíblicos como 1 Corintios 6:19, “Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo…” [NVI]).30 Si bien que a veces este texto se usa para apoyar los argumentos contra las vacunas, se debe tomar en cuenta que la Biblia también amonesta el cuidado de los demás (Filipenses 2:3-4) y el reconocimiento de nuestra responsabilidad hacia los demás (Gálatas 5:13).

Somos afortunados de tener las vacunas como una herramienta para ayudarnos a controlar y erradicar las muchas enfermedades transmisibles que han desempeñado un papel tan devastador en la historia humana. Es comprensible que existan conceptos erróneos sobre las vacunas y una reticencia a usarlas, pero reconocer que los padres tengan ciertos miedos no significa que debamos aceptarlo. Los mejores avances médicos son efectivos solo si se utilizan. Como médico y antropólogo coreano-estadounidense, Jim Yong Kim (ex presidente de Dartmouth, ex jefe del departamento de VIH/SIDA de la OMS y presidente del Banco Mundial en 2012-2019) dijo, “La verdadera ciencia en los servicios de salud es cómo organizar a los seres humanos para distribuir lo que ya tenemos…”31 Tenemos muchas vacunas efectivas. Debemos usarlas y ayudar a otros a hacer lo mismo.


Este artículo ha pasado por la revisión de pares.

Leslie R. Martin

Leslie R. Martin, PhD, es profesora de psicología en la Universidad La Sierra, en Riverside, California, Estados Unidos. Martin completó su doctorado en la Universidad de California, en Riverside, y es Miembro de la Asociación de Psicología del Oeste. La doctora Martin ha sido autora o coautora de varios artículos en las áreas de psicología de la salud, psicología social y personalidad.

Mikayla C. Conneen

Mikayla C. Conneen, BA, se graduó de la Universidad de La Sierra en Riverside, California, con una Licenciatura en Neurociencias. Planea iniciar sus estudios en la escuela de medicina en el año 2020 y con el tiempo espera especializarse en psiquiatría. La investigación de Mikayla se ha enfocado en incongruencias en los comportamientos de salud, en particular, los comportamientos relacionados con las vacunas.

Citación recomendada:

Leslie R. Martin y Mikayla C. Conneen, “Vacunas: Una herramienta poderosa en el conjunto de herramientas de prevención de enfermedades,” Revista de Educación Adventista Disponible en https://www.journalofadventisteducation.org/es/2019.81.2.2.

NOTAS Y REFERENCIAS

  1. Joanna Kakissis y Octavian Coman, “The Story Behind the Worst Measles Outbreak in the European Union,” NPR: Weekend Edition Saturday (November 24, 2018): https://www.npr.org/sections/goatsandsoda/2018/11/24/669228140/the-story-behind-the-worst-measles-outbreak-in-the-european-union.
  2. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos reportó que entre el 1 de enero y el 6 de junio de 2019, se han confirmado 1,022 casos de sarampión en 28 estados de EE. UU. (https://www.cdc.gov/measles/cases-outbreaks.html). Además de la muerte, los individuos que contraen la enfermedad pueden ser sujetos a hospitalización (48,000 personas hospitalizadas cada año), encefalitis (1,000 sufren de inflamación del cerebro) y problemas subsecuentes de largo plazo tales como neumonía, ceguera y pérdida permanente de la audición. Para más información, véase el sitio web sobre el sarampión de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, https://www.cdc.gov/measles/about/index-sp.html. (Historia del sarampión, en inglés: http://www.cdc.gov/measles/about/history.html; y datos y estadísticas, en inglés: https://www.cdc.gov/measles/downloads/MeaslesDataAndStatsSlideSet.pdf.)
  3. William Muraskin, The Politics of International Health: The Children’s Vaccine Initiative and the Struggle to Develop Vaccines for the Third World (New York: SUNY Press, 1998).
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  5. World Health Organization, “Immunization Coverage Fact Sheet” (2018): https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/immunization-coverage.
  6. City News Service, “Doctors’ Son Died 10 Days Before Flu Shot Appointment” (2018): https://fox5sandiego.com/2018/11/02/doctors-son-died-10-days-before-flu-shot-appointment/.
  7. Abraham Palache et al., “Seasonal Influenza Vaccine Dose Distribution in 157 Countries (2004–2011),” Vaccine 32:48 (December 2014): 6,369-6,376; Anna Pearce et al., “Millennium Cohort Study Child Health Group. Factors Associated With Uptake of Measles, Mumps, and Rubella Vaccine (MMR) and Use of Single Antigen Vaccines in a Contemporary UK Cohort: Prospective Cohort Study,” The BMJ 336:7647 (February 2008), 754-757.
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