¿Qué es lo que distingue a la educación Adventista del Séptimo Día? Aunque hay muchos rasgos distintivos, éstos se funden en un único concepto definitorio: la filosofía de la educación adventista.

A primera vista, Colosenses 2:8 parece desconcertante: “Cuídense de que nadie los cautive con la vana y engañosa filosofía . . .” (NVI).1 Basándose en esta afirmación, parecería que la filosofía en sí misma estaría fuera de los límites. Sin embargo, la filosofía no es más que “un conjunto de ideas sobre cómo hacer algo o cómo vivir”.2 Se deriva del griego φιλοσοφία (philosophia), que en términos literales significa “amor a la sabiduría”.3

El problema no es el tener una serie de principios rectores sobre cómo llevar a cabo la educación, tampoco en buscar la sabiduría. Al fin y al cabo, las Escrituras nos recuerdan: “¡Sabiduría ante todo! ¡Adquiere sabiduría!” (Proverbios 4:7).4

Como señala Pablo, el problema es de dónde obtenemos ese “conjunto de ideas”. Es hacia dónde nos dirigimos en nuestra búsqueda de la sabiduría. Advirtió: “Miren que nadie los lleve cautivos por medio de filosofías y vanas sutilezas, conforme a la tradición de hombres, conforme a los principios elementales del mundo y no conforme a Cristo” (la cursiva del autor).

En esencia, uno puede formular y aplicar una filosofía bíblica de la educación centrada en Dios, o puede adherirse a su antítesis, un enfoque secular que elimina a Dios de la ecuación ya sea a través de una filosofía de la educación tradicional o contemporánea. Ahí está el peligro.

Es vital que nosotros, como educadores, entendamos claramente la filosofía bíblica de la educación adventista. Elena G. de White escribió: “Los maestros necesitan conocer la verdadera filosofía, y donde puede encontrarse de manera más perfecta y completa es en la Palabra de Dios. Esta Palabra abre un camino seguro, en el que nuestros pies pueden viajar con seguridad”.5

La filosofía educativa Adventista del Séptimo Día está cimentada en las Escrituras. También está guiada por los escritos de Elena G. de White, particularmente en obras como el libro Educación.6 Y está expresada sucintamente en el Reglamento de Trabajo de la Asociación General,7 sección FE 05 10 (ver Figura 1). Basándonos en estas fuentes, destacaremos siete componentes clave que sirven como elementos esenciales de una filosofía adventista de la educación.8 Estos elementos interconectados nos ayudan a identificar el propósito, el producto, el paradigma, la perspectiva, el proceso, el poder y la prioridad de la educación adventista.

1. La imagen de Dios

En el momento de la creación, los seres humanos fueron formados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26-27). Ser creados a imagen y semejanza de Dios, imago dei, nos proporciona la capacidad de amar (Juan 3:16-17; 1 Juan 4:16), la capacidad de relacionarnos y comunicarnos (Génesis 1:3, 26-29; 2:18, 23; 3:8), la aptitud para administrar (Génesis 1:28; 2:15) y las facilidades para la creatividad, la toma de decisiones y el pensamiento racional (Génesis 2:16-17; Josué 24:15; Isaías 1:18). En consecuencia, cada vez que hacemos un nuevo amigo, abrazamos a un niño, le ponemos nombre a una mascota, pintamos un retrato o enviamos un mensaje de texto, proclamamos que estamos hechos a la semejanza de Dios.

Sin embargo, la característica principal de la “imagen de Dios” se encuentra en nuestra naturaleza espiritual y moral (Génesis 9:6; Juan 4:24). Podemos comunicarnos, entablar relaciones, ejercer el liderazgo y dar muestras de creatividad. Pero a menos que todo ello esté guiado por los valores morales derivados de los principios encarnados en el carácter de Dios,9 el resultado no será semejante a Dios.

Consideremos, por ejemplo, el dominio: la capacidad de gobernar (Génesis 1:26-28). Ya sea en beneficio propio o centrado en el servicio desinteresado, la manera de gobernar es, en última instancia, más importante que el mero hecho de hacerlo.

Por tanto, las capacidades que nos ha dado Dios no son un fin en sí mismas. En cambio, nos proporcionan la capacidad de tomar decisiones éticas y vivir vidas morales. Consecuentemente, es en el ámbito moral, en el carácter, donde se revela con mayor claridad la imagen de Dios.10

Las Escrituras afirman que hemos sido rescatados “del dominio de la oscuridad” (Colosenses 1:13)11 y que el Señor restaura nuestras almas (Salmo 23:3). ¿Por qué son necesarias la redención y la restauración? Incluido en la imago dei está la volición, la capacidad de tomar decisiones. Esta libertad de elección incluye la capacidad de amar o no amar, de confiar o desconfiar. Incluye la capacidad de elegir el bien o el mal, la piedad o la impiedad.12  

Trágicamente, los primeros seres humanos desconfiaron del Creador y eligieron rechazar una relación con Dios. Como resultado, estamos “privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23; 5:12). A lo largo de la historia de la humanidad, empezamos a perder progresivamente la semejanza con nuestro Creador, y la imagen de Dios se ha ido distorsionando y deformando cada vez más.

Lo maravilloso es que la restauración es posible. ¿Cómo se produce? Pablo señala que, al mirar a Jesús, al contemplar su vida y sus enseñanzas, somos cambiados a su semejanza (2 Corintios 3:18). Esta restauración conlleva una reformación de nuestras vidas, una metamorfosis (Romanos 12:2), en la que las cosas viejas pasan y “todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17, RVR1960).

Elena G. de White afirmó que “el verdadero objeto de la educación es restaurar la imagen de Dios en el alma”.13 En consecuencia, el componente de “imagen de Dios” de la filosofía de la educación destaca el propósito de la educación adventista y lleva a las siguientes implicaciones:

  • Los alumnos son una creación de Dios y, por tanto, poseen un valor inherente.
  • Como educadores, debemos expresar en nuestras vidas los atributos de Dios.
  • La educación adventista consiste en exaltar a Jesús para que los alumnos vean quién es Dios realmente y sean transformados a su semejanza.

2. Desarrollo integral de la persona

Lucas 2:52 afirma que “Jesús siguió creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez más gozaba del favor de Dios y de toda la gente.” Este crecimiento multifacético incorporaba cuatro dimensiones cruciales: desarrollo intelectual, físico, espiritual y social.

Del mismo modo, Elena G. de White, en los primeros párrafos del libro Educación, escribió que “la verdadera educación . . . es el desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales”.14 Luego añadió que tal experiencia de aprendizaje “prepara al estudiante para el gozo de servir en este mundo, y para un gozo superior proporcionado por un servicio más amplio en el mundo venidero”, haciendo hincapié en el componente socioemocional.

El desarrollo integral de la persona describe el producto de la educación adventista. En el ámbito mental, la experiencia educativa consiste en impartir sabiduría, una aplicación correcta del conocimiento que busca glorificar a Dios y bendecir a quienes nos rodean. Contribuye a un nivel de pensamiento superior: análisis, evaluación, y acción y pensamiento creativos. Fundamentalmente, busca enmarcar una cosmovisión bíblica donde cada aspecto de la vida y el aprendizaje se mira a través de una lente bíblica, a la vez que los estudiantes se comprometen en entender la disciplina y sus aplicaciones como Dios las ve.

El componente físico incorpora un estilo de vida saludable, una sólida ética de trabajo y la recreación como re-creación, es decir, un cambio de rutina que contribuye a restaurar la imagen de Dios. El enfoque espiritual abarca el estudio de la Biblia, el desarrollo de una relación personal y corporativa con Dios, y la formación del carácter moral. La dimensión social incluye el servicio, el testimonio y la orientación de la vida y la vocación como respuesta al llamado divino. En definitiva, un “desarrollo armonioso”15 que prepara al alumno para la vida aquí y “en el mundo venidero” (véase la Figura 2).

Este concepto clave tiene varias implicaciones:

  • Los alumnos deben experimentar un desarrollo integral de la persona en cada nivel educativo.
  • Como educadores, debemos incorporar objetivos espirituales, físicos y sociales claves a lo largo del programa de estudios en un enfoque equilibrado que desarrolle aún más las competencias cognitivas.
  • Las experiencias misioneras y el aprendizaje del servicio han de ser características de la educación adventista.

3. Toda verdad es la verdad de Dios.

Las Escrituras lo dejan claro. “Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre” (Santiago 1:17). “Porque el Señor da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus labios” (Proverbios 2:6). “la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo” (Juan 1:17).

Dios es entonces la fuente de la verdad, que revela hechos y principios a través de las Escrituras, de sus obras creadas en el mundo físico y en la sociedad humana, y de los procesos de pensamiento creativo y reflexivo. Sin embargo, cada uno de ellos debe apuntar hacia su fuente y funcionar en armonía con ella. Y entre ellas, debemos reconocer a las Escrituras como la revelación más clara y completa de la verdad de Dios (véase la Figura 3).

La función de la Palabra en el proceso de enseñanza y aprendizaje se destaca en toda la Biblia. David declaró: “La enseñanza de tu palabra da luz” (Salmo 119:130, NTV).16 Y Cristo oró: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad” (Juan 17:17).

¿Cuál es entonces el lugar de la Biblia en la educación adventista? No debiera ser una parte del plan de estudios, una asignatura entre otras, que compite por el tiempo y la atención del alumno. Por el contrario, la Palabra de Dios debe ser el núcleo de todas las asignaturas (véase la Figura 4).

Elena G. de White subrayó el papel de las Escrituras como el gran factor unificador en el programa de estudios: “Debe hacerse de la Biblia el fundamento del estudio y de la enseñanza”.17 Martín Lutero, el reformador protestante, lo expresó así:

“Temo mucho que las universidades resulten ser las grandes puertas del infierno, a menos que trabajen diligentemente en la explicación de las Sagradas Escrituras y las graben en los corazones de los jóvenes. No aconsejo a nadie que coloque a su hijo en un lugar donde las Escrituras no sean lo más importante. Toda institución en la que los hombres no se ocupen incesantemente de la palabra de Dios llega corromperse”.18

Reconocer a Dios como la fuente de toda verdad es un paradigma que sustenta la educación adventista y nos lleva a las siguientes implicaciones:

  • Los alumnos deben interactuar personalmente con la Palabra de Dios en cada materia.
  • Como educadores, debemos conectar intencionalmente todo el conocimiento con su fuente.
  • La educación adventista debe hacer de la Palabra de Dios el fundamento de todos los esfuerzos académicos.

4. Un marco espiritual integral.

Tal vez desde la antigüedad, hemos heredado el problema del pensamiento dualista. Creamos falsas dicotomías: amor vs. autoridad, misericordia vs. justicia, teoría vs. práctica, alumno vs. sujeto.

Sin embargo, lo más problemático es la separación espiritual-secular. Etiquetamos algunos aspectos de la vida dentro del ámbito espiritual, tales como la asistencia a servicios religiosos y la realización de devociones personales, mientras que consideramos el resto como secular, sin referencia a Dios o a su plan para nuestras vidas. El mismo dualismo puede entrar en la educación donde la clase de religión, la Semana de Oración o un pensamiento devocional se consideran espirituales, tras lo cual seguimos con el resto del aprendizaje desde un marco secular (véase la Figura 5).

Sin embargo, las Escrituras sostienen que una perspectiva espiritual debe impregnar todo. “Ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús” (Colosenses 3:17).

Pablo afirmó, además, “llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo” (2 Corintios 10:5). Un programa de estudios se organiza con materias compuestas por temas que consisten en conceptos. Si todos los pensamientos reconocen el señorío de Cristo, esto significa que todos los conceptos, temas, cursos y, de hecho, todo el programa educativo debe reconocer que Jesús es el Señor.

Por tanto, una perspectiva integral llena del Espíritu abarca la vida y el aprendizaje cristianos (véase la Figura 6). Pablo escribió: “se han puesto el [ropaje] de la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su creador”, donde “Cristo es todo y está en todos” (Colosenses 3:10, 11). Observe que la restauración de la imagen de Dios implica una renovación de la mente y de nuestra visión de la vida y del aprendizaje. “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, “Haya, pues, en vosotros este sentir”, esta actitud, esta perspectiva, “que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5, RVR1960).

En este sentido, Elena G. White les recordaba a los educadores: “La religión de la Biblia . . . no ha de ser como un reflejo de color aplicado aquí y allá en la tela, sino que ha de impregnar toda la vida, como si la tela fuese sumergida en el color, hasta que cada hilo de ella quede teñido por un matiz profundo e indeleble.”.19

Las implicaciones de la perspectiva espiritual global incluyen lo siguiente:

  • Como cristianos, debemos pensar cristianamente, esforzándonos por ver todas las cosas desde la perspectiva de Dios.
  • La cosmovisión bíblica aporta un enfoque unificado a la vida y al aprendizaje, impidiendo una dicotomía espiritual/secular.
  • Como educadores, debemos asegurarnos de que un enfoque espiritual enmarca cada materia y tema académico.

5. Nutrir la fe.

En las Escrituras la fe, el aprendizaje y la vida están vinculados. Pablo declaró: “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17, RVR1960). La fe, por lo tanto, está relacionada con el aprendizaje de Dios y su plan para nuestras vidas. Esto es esencial pero insuficiente. La fe también debe vincularse a la vida. Como afirmó Santiago, “la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta” (Santiago 2:17). Este proceso de fe-integración en el aprendizaje y la vida está a su vez anclado en la Palabra de Dios (véase la Figura 7). Consideraremos brevemente estos elementos.

La fe. Jesús preguntó: “cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” (Lucas 18:8). La fe es la confianza en algo o en alguien. Hay tres dimensiones clave: (1) la fe en Dios, tanto en el conocimiento de Dios como en su experiencia; (2) la fe en la revelación divina, la confianza en el mensaje de Dios y la confianza en el plan divino; y, quizá la más difícil a veces, (3) la fe en las personas, en el potencial de los demás y de nosotros mismos, por la gracia de Dios.

El aprendizaje. Jesús declaró: “Vengan a mí . . . y aprendan de mí” (Mateo 11:28, 29). Hay dos aspectos esenciales en este proceso: (1) aprender a pensar cristianamente, lo que implica un cambio de mente, y (2) aprender a vivir por la fe, lo que implica un cambio de vida. El cambio de mentalidad implica interiorizar las actitudes y prioridades de Cristo. El cambio de vida implica confiar en el plan divino y reflejar ese compromiso en nuestras elecciones y acciones.

La vida. Jesús anunció: “he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10, RVR1960). Esta “vida abundante” abarca tanto una vida significativa como una vida eterna. Proporciona el enfoque y la dirección en nuestras vidas. Y la dimensión eterna comienza cuando aceptamos a Cristo como Salvador. “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado” (Juan 17:3).

¿Cuál es entonces la unidad de la fe, el aprendizaje y la vida? Es cuando las creencias y los valores bíblicos proporcionan la base para el esfuerzo académico, que, a su vez, busca relacionar el cristianismo con toda la gama de la experiencia humana. Es algo más que una mezcla o un encuentro casual. Es cuando la fe es el gran factor integrador de todo el aprendizaje y la vida.

Nutrir la fe es, pues, el proceso integrador de la filosofía de la educación adventista. Ellen elena G. White escribió: “Los alumnos de nuestras escuelas y todos nuestros jóvenes deben recibir una educación que fortalezca su fe”.20 Este enfoque de afirmación de la fe lleva a las siguientes implicaciones:

  • Los alumnos deben experimentar personalmente la fe, desarrollada a través de una relación con Dios.
  • Los maestros deben nutrir la fe, buscando una transformación tanto de la mente como de la vida.
  • Un objetivo general de la educación adventista es formar personas que confíen en el plan de Dios para sus vidas.

6. Maestros llenos de Espíritu.

El Espíritu Santo es el poder de la educación adventista (Hechos 1:8). “El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas” (Juan 14:26, RVR1960, cursiva del autor). Efesios 4 nos recuerda que la enseñanza llena de Espíritu es un don divino, concedido para “capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio” y “para edificar el cuerpo de Cristo [en] la fe y el conocimiento del Hijo de Dios” (vs. 11-13).

En la educación adventista, los maestros deben ser competentes, demostrando un sólido conocimiento de contenidos y habilidades efectivas de enseñanza, sirviendo como mentores afectuosos y comprometidos con el desarrollo profesional. Aunque su aptitud es vital, no es suficiente para llevar a cabo la tarea de la educación cristiana. Al igual que la tierra está rodeada de una atmósfera vivificante, la aptitud debe estar envuelta en el compromiso.

El concepto de compromiso es bíblico. Pablo le escribió a Timoteo: “Lo que has oído de mí… esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:2, RVR1960, cursiva del autor). Jesús aclaró además que un “siervo fiel y prudente” es aquel a quien el amo puede dar la responsabilidad de administrar su casa (Mateo 24:45).

Elena G. White afirmó que “no basta que el maestro posea capacidad natural y cultura intelectual. Estas cosas son indispensables, pero sin una idoneidad espiritual para el trabajo, no está preparado para dedicarse a él. Debe ver en todo alumno la obra de Dios, un candidato para honores inmortales”.21 Y se nos promete: “Tan ciertamente como los educadores de la juventud están consagrados a Dios, tan ciertamente serán coronados sus esfuerzos con éxito, en esta vida y en la vida futura”.22

Este compromiso implica una consagración de todo corazón a Dios y al cumplimiento de la misión que Él nos ha encomendado. Incluye la dedicación a la salvación de nuestros alumnos, la fidelidad a la cosmovisión bíblica y la devoción a una vida de testimonio y servicio. Significa que buscamos representar al Maestro. “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros” (2 Corintios 5:20). “El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios” (1 Pedro 4:11).

En resumen, los educadores adventistas deben estar llenos del Espíritu, por lo tanto ser  competentes y comprometidos. Esta responsabilidad unificada debe ser nuestra prioridad personal. Además, los elementos integrados de aptitud y compromiso deben guiar a la institución en el proceso de contratación, en el fomento del desarrollo continuo del personal y el proceso de evaluación del mismo (véase la Figura 8). Algunas implicaciones:

  • El Espíritu Santo es esencial para el éxito de la experiencia de enseñanza-aprendizaje.
  • Como educadores, debemos considerar nuestra profesión como un llamado divino, centrado en la salvación de nuestros alumnos.
  • Los educadores cristianos han de ser fieles, como representantes de Dios.

7. Educar para la eternidad.

Como educadores, a veces adoptamos una visión restringida de lo que los estudiantes pueden llegar a ser y nos centramos sobre todo en ayudarlos a aprobar la asignatura o en tratar de garantizar que puedan graduarse. A veces, esa visión se amplía al tratar de preparar a los estudiantes para que tengan éxito en el contexto más amplio de la vida: en sus profesiones, en sus relaciones con los amigos y la familia, y como ciudadanos responsables. La educación adventista, sin embargo, contempla un ámbito más amplio: Educar para la eternidad (véase la Figura 9).

El concepto de educación con vistas a la eternidad está arraigado en las Escrituras: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna” (Juan 6:47, RVR1960). Pero “¿cómo pueden creer en él si nunca han oído de él? ¿Y cómo pueden oír de él a menos que alguien se lo diga?” (Romanos 10:14, NTV). Creer, pues, depende de oír la Palabra; y oír depende de que se comparta la Palabra.

“La verdadera ciencia de la educación”, escribió Elena G. de White, “preparará a la juventud para la vida eterna”.23 Con este fin, animó a los maestros a “educar como para la eternidad”.24

La salvación debe estar en el centro de la educación filosófica adventista. “El gran Maestro llama a cada joven a aprender la verdadera filosofía de la educación: ¿Qué debo hacer para ser salvo?”25 En consecuencia, la prioridad final de la educación Adventista del Séptimo Día es que cada estudiante pueda experimentar personalmente la gracia salvadora de Dios en su vida. “La obra de la educación y redención, son una”.26

Debido a que un carácter semejante al de Dios es lo único “que podemos llevar de este mundo al venidero”,27 la formación del carácter es primordial en la educación adventista. Elena G. White afirmó que “el gran objetivo que debe lograrse [en la educación y la formación de la juventud] debería ser el desarrollo apropiado del carácter, que la persona pueda estar preparada adecuadamente para cumplir los deberes de la vida presente y entrar al fin en la vida futura e inmortal”.28 El testimonio y el servicio desinteresado son expresiones tangibles del carácter cristiano, tanto ahora como en la eternidad.

La prioridad de educar para la eternidad nos proporciona implicaciones para la educación adventista:

  • Cada alumno debe comprender la verdadera filosofía de la educación, incluida su dimensión eterna.
  • Como educadores, debemos ver a nuestros alumnos como Dios los ve, candidatos al cielo.
  • La educación adventista debe priorizar la formación del carácter, construyendo un compromiso de vida con el testimonio y el servicio.

Conclusión

La filosofía de la educación descrita en las Escrituras y delineada en los escritos de Elena G. White proporciona rasgos distintivos de la educación Adventista del Séptimo Día. Esta filosofía educativa nos permite definir claramente el propósito, el producto, el paradigma, la perspectiva, el proceso, el poder y la prioridad de la educación adventista (véase la Figura 10). Estos elementos, a su vez, son esenciales para llevar adelante La gran comisión (Mateo 28:19-20) a través del ministerio de la educación.29

En última instancia, la filosofía de la educación que aplicamos representa una elección personal, pero crucial. Parafraseando las palabras de Josué 24:15, “escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses de la educación tradicional que sirvieron vuestros mentores, o a los dioses de esta época secular en cuya tierra habitáis”. Sin embargo, esas perspectivas no son las únicas opciones. Hay un llamado más elevado: una filosofía educativa basada en la Biblia, centrada en Cristo y dirigida por el cielo. Como educadores Adventistas del Séptimo Día, podemos afirmar: “con respecto a mí y mi aula, a mí y mi escuela, ¡serviremos a Jehová!”


Este artículo ha pasado por la revisión de pares.

John Wesley Taylor V

John Wesley Taylor V, PhD, EdD, ha sido director asociado de Educación de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día desde 2010. Obtuvo un Doctorado en Educación (PhD) de la Universidad de Andrews y un Doctorado en Educación (EdD) en Psicología Educativa en la Universidad de Virginia (Charlottsville, Virginia). Este artículo se basa en una presentación en una Conferencia sobre Identidad Adventista, del 13 al 15 de octubre de 2022, en la Universidad de Andrews. El correo electrónico del Dr. Taylor es [email protected].

Citación recomendada:

John Wesley Taylor V, “Elementos esenciales de la filosofía de la educación adventista,” Revista de Educación Adventista 84:1 (2022).

NOTAS Y REFERENCIAS

  1. Nueva Versión Internacional (NVI). Santa Biblia, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL® NVI® © 1999, 2015 por Biblica, Inc.®, Inc.® Usado con permiso de Biblica, Inc.® Reservados todos los derechos en todo el mundo.
  2. Merriam-Webster Learner’s Dictionary: https://www.learnersdictionary.com/definition/philosophy.
  3. Biblehub, “Philosophia” (n.d.): https://biblehub.com/greek/5385.htm
  4. Reina Valera Actualizada (RVA-2015). Version Reina Valera Actualizada, Copyright © 2015 by Editorial Mundo Hispano
  5. Elena G. de White, “The Bible in Our Schools,” Manuscript 69, June 17, 1897 (abreviado Ms).
  6. ___________, Educación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1998).
  7. Reglamento de Trabajo de la Asociación General (Nampa, Idaho: Pacific Press, 2020). Otra articulación clara de la filosofía de la educación Adventista del Séptimo Día se puede encontrar en “Journey to Excellence 2.0,” desarrollado por el Departamento de Educación de la División Norteamericana (https://journeytoexcellence.com/why).
  8. Una discusión amplia de la filosofía de la educación adventista, escrita por George R. Knight en una serie de tres artículos titulados “Educación redentora” se puede encontrar en un número especial de la Revista de Educación Adventista, versión en inglés, (vol. 73, no. 1), disponible en estos enlaces: http://circle.adventist.org/files/jae/en/jae201073010418.pdf; http://circle.adventist.org/files/jae/en/jae201073012217.pdfhttp://circle.adventist.org/files/jae/en/jae201073013823.pdf. Knight también explora los contornos de la filosofía de la educación adventista en su libro Educación para la eternidad: Filosofía de la educación adventista (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2017)
  9. Los valores bíblicos sientan las bases para la formación del carácter. Moral. “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8, RVR1960). El carácter, a su vez, orienta el razonamiento moral. La instrucción de Dios a los levitas puede aplicarse a la labor de los maestros cristianos hoy: “Deberán enseñarle a mi pueblo a distinguir entre lo sagrado y lo profano, y mostrarle cómo diferenciar entre lo puro y lo impuro” (Ezequiel 44:23).
  10. Véase, por ejemplo, Levíticos 19:2; 20:26; Isaías 43:15; Efesios 4:24; 1 Pedro 1:16.
  11. A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos de este artículo son tomados de la Nueva Versión Internacional (NVI). Santa Biblia, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL® NVI® © 1999, 2015 por Biblica, Inc.®, Inc.® Usado con permiso de Biblica, Inc.® Reservados todos los derechos en todo el mundo.
  12. Los siguientes pasajes, entre otros, ponen de relieve la capacidad humana de libre albedrío: Números 17:5; Deuteronomio 12:11; 30:19; Josué 24:15; 1 Crónicas 21:10; Proverbios 1:29; 3:31; Isaías 7:15-16; 56:4; 65:12.
  13. Elena G. de White, Mente, Carácter y Personalidad (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana. 1989), 1:369.
  14. __________, Educación, 13.
  15. El concepto de desarrollo armonioso en los escritos de Elena G. White se examina con más detalle en un artículo del autor (en inglés): “Ellen White and the Harmonious Development Concept,” [Elena G. de White y el concepto de desarrollo armonioso] The Journal of Adventist Education 76:5 (Summer 2014): 16-19: https://circle.adventist.org/files/jae/en/jae201476051604.pdf.
  16. Nueva Traducción Viviente (NTV). La Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Todos los derechos reservados.
  17. Elena G. White, El Ministerio de Curación (Mountain View, CA: Pacific Press, 1959), 312.
  18. Citado en J. H. Merle d'Aubigné, Historia de la Reforma en el siglo XVI, 190 (Marín, España: Iglesia Evangélica de Marín, 2017). Nota: Edición en francés publicada en 1835. Edición en inglés publicada en Londres en 1846.
  19. Elena G. White, El Deseado de Todas las Gentes (Mountain View, CA: Pacific Press, 1955), 279.
  20. __________, “A Plea for Loyalty,” Ms 106, November 20, 1905.
  21. __________, Consejos para los Maestros (Mountain View, CA: Pacific Press. 1971). 218.
  22. __________, “True Education,” Ms 135, October 19, 1898.
  23. __________, “What Is Higher Education?” Ms 1, January 19, 1909.
  24. __________, “Diary/The Use of Means and Family Responsibilities,” Ms 204, October 20, 1903. Refiriéndose al trabajo educativo en lo que se convertiría en la Universidad de Loma Linda, declaró: “Queremos que se haga todo lo posible para que el poder educativo allí sea de orden santificado. No queremos que se haga allí un trabajo trivial. Estamos trabajando para la eternidad” (“Sermon/Thoughts on Exodus 19,” Ms 187, May 19, 1907).
  25. __________, Special Testimonies on Education (1897). No hay version impresa. (Reimpresión, Payson, Ariz.: Leaves-of-Autumn Books, 1978.) 240.
  26. ___________, Educación, 30.
  27. __________, Mensajes para los Jóvenes (Doral, FL: Asociación Publicadora Adventista Interamericana, 2008), 70.
  28. __________, Mind, Character, and Personality, 1:361. Elena G. White enfatizó aún más la importancia de la formación del carácter en la siguiente declaración: “La verdadera educación no ignora el valor del conocimiento científico o literario, pero por encima de los requerimientos intelectuales, valora más el carácter. El mundo no necesita tanto hombres de gran intelecto como de carácter noble. . . . La edificación del carácter es la obra más importante que jamás haya sido confiada a los seres humanos y nunca antes ha sido su estudio diligente tan importante como ahora. Ninguna generación anterior fue llamada a hacer frente a problemas tan importantes; nunca antes se hallaron los jóvenes frente a peligros tan grandes como los que tienen que arrostrar hoy” (Educación, 225).
  29. Como señaló Elena G. White, “Aquellos que . . . no están dispuestos a aprender del gran maestro la verdadera filosofía de la educación . . . nunca se les debe confiar la obra de enseñar a la juventud” (“Education,” Ms 141, October 24, 1898).