Faith-Ann A. McGarrell

¿Qué hace la diferencia?

Hace poco recordé la conocida cita de Parker Palmer: “Enseñamos lo que somos”,1 y me detuve a preguntarme: “¿Quién soy yo, realmente, como educadora adventista? ¿Qué me hace diferente o única de otros que se dedican a esta noble profesión?”. Creo que todos deberíamos hacernos estas preguntas con regularidad. Las respuestas pueden cambiar radicalmente nuestra perspectiva y mantenernos centrados en por qué hacemos lo que hacemos.

Aparentemente, los educadores comparten pasiones similares. La mayoría de ellos se entusiasman con sus áreas específicas de contenido, sienten satisfacción al dominar varias técnicas de instrucción, experimentan grandes momentos al descubrir que un enfoque de evaluación está funcionando o cuando se tiene una experiencia reveladora. Amamos a nuestros alumnos; nos llenan de energía y son un desafío para nosotros. Compartimos su alegría cuando sus ojos se iluminan por el descubrimiento. Su deseo de aprender acerca de sí mismos, su comunidad y su lugar en este mundo sustenta nuestro propósito.

Sin embargo, como educadores adventistas, debemos ver estas funciones, ya sea enseñando o sirviendo como administradores educativos, como algo más que una profesión o un trabajo. El llamado al ministerio educativo es sagrado (Efesios 4:11-16). Y responder a esa invitación exige un compromiso con Aquel que llama. Además de las tareas recurrentes sobre planificación de las lecciones, calificar los trabajos, supervisar a los estudiantes, trabajar con nuestros compañeros educadores, colaborar con los padres y los miembros de la iglesia, mantener las certificaciones, buscar el desarrollo profesional e interactuar con nuestras comunidades locales, tenemos un llamado espiritual que depende totalmente de nuestra relación personal con Jesucristo. 

Llamados a reflejar a Cristo

Somos llamados a reflejar el carácter de Cristo, lo que requiere pasar tiempo en la presencia de Dios. El tiempo pasado en presencia de Cristo, leer la Palabra, conversar en oración, interactuar con otros y pasar tiempo en la naturaleza observando su obra, ayuda a suavizar nuestras asperezas. Diariamente, reconocemos nuestra necesidad de Dios y apreciamos los dones de su compasión, gracia y misericordia; aprendemos la importancia del servicio humilde y buscamos lo que es puro y noble (Filipenses 4:8). Nos esforzamos por ser artífices de la paz en un mundo cargado de conflictos y dinamizado por el descontento (Mateo 5:3-10). Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).2 Mateo también registra las palabras de Cristo, que reflejan lo que ocurre cuando lo seguimos: “Ustedes son la luz del mundo. . . . Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo” (Mateo 5:14-16). Una cosa interesante sobre la luz: Las mejores superficies para un reflejo puro son el cristal liso, los espejos o los metales pulidos.3 Al igual que Job, podemos confiar en que todo lo que aprendamos en nuestra relación con Dios pulirá y refinará nuestro carácter como el oro puro (Job 23:10). Una relación personal con Cristo cambia lo que somos. Revoluciona nuestra visión del mundo y reconfigura la comprensión de nuestro propósito.

Llamados a llevar a otros a Jesús

Así como Cristo desea lo mejor y lo más elevado para nosotros, como educadores adventistas, debemos desear lo mismo para nuestros estudiantes, colegas y aquellos con quienes nos relacionamos. Para lograr esto, debemos asumir nuestra responsabilidad personal de mantener fuerte nuestra conexión diaria con Cristo, buscándola con el mismo nivel de intencionalidad, así como estamos interesados en el mantenimiento de certificados, títulos, licencias, u otros aspectos de crecimiento profesional. Todos son esenciales para cumplir con nuestras responsabilidades hacia los estudiantes que bajo nuestra responsabilidad, y otros con quienes nos relacionamos. Este nivel de interacción consciente e intencional no es una tarea fácil. Elena G. White, reflexionando en lo que se necesita para mantener este nivel de compromiso con la profesión, escribió: “

[El maestro] no ahorrará esfuerzo para alcanzar la más alta norma de excelencia. Se esforzará a sí mismo para ser lo que desea que sus alumnos lleguen a ser”.4 Ella cierra este capítulo con la observación de que cuanto más nos esforcemos por alcanzar esta meta, más nos preguntaremos: “¿Quién es suficiente para estas cosas?”. En efecto, la tarea es gigantesca, el llamado aleccionador.

Como educadora cristiana, considero que para enseñar lo que somos, debemos nutrir intencionadamente nuestro desarrollo espiritual con la misma diligencia con la que nutrimos nuestro desarrollo profesional. Palmer resume este proceso diciendo: “...la buena enseñanza proviene de la identidad y la integridad del profesor”.5 Somos ejemplos vivos de lo que significa seguir a Jesús y lo que verán nuestros alumnos y aquellos con los que interactuamos a diario.

Y en última instancia, esto es lo que la educación adventista busca lograr. La educación adventista, en su fundamento, consiste en presentar a Jesús a todos los que entran en los muros de nuestras escuelas. En el libro Educación para la Eternidad, George Knight enfatiza que “El objetivo principal de la educación en la escuela, el hogar y la iglesia es conducir a las personas a una relación salvífica con Jesucristo”.6 Para comprometernos de todo corazón en enseñar lo que somos, primero debemos saber quiénes somos en Cristo y permitir que la transformación tenga lugar en nuestras propias vidas diariamente. Y a partir de esta experiencia, ofrecemos la misma oportunidad cuando escribimos el plan de estudios, impartimos la enseñanza, planificamos las evaluaciones, dirigimos al personal, creamos presupuestos, aplicamos políticas, iniciamos planes para toda la escuela y muchas otras tareas docentes y administrativas.

Llamados a confiar en el poder divino

Afortunadamente, se nos ha prometido ayuda. No lo hacemos solos. Jesús dijo: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió” (Juan 6:44). Pablo captó este sentimiento al recordarnos que, sin el amor transformador en la vida, que viene de Dios, no somos más que “un metal que resuena o un platillo que hace ruido” (1 Corintios 13:1). Las palabras son importantes, pero en última instancia, la transformación viene de lo que Dios hace en cada corazón para cambiar nuestro carácter en un reflejo del suyo. Tenemos una visión limitada y temporal de cómo nuestras vidas impactarán las vidas de los demás: “Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo” (1 Corintios 13:12). Por eso, “no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno” (2 Corintios 4:18). Tenemos todo lo que necesitamos para hacer la obra que Cristo nos llama a hacer (2 Pedro 1:3-4).

Los artículos de esta edición presentan diversos aspectos de la educación adventista. Cada uno de ellos marca una diferencia en la vida de los estudiantes en nuestras escuelas e incluso después de graduarse.

  • Kathleen Forbis et al. examinan el influyente papel que pueden tener los mentores en la vida docente de los profesores principiantes. Un profesor con buenos mentores probablemente permanecerá en la profesión y tendrá un impacto positivo en la vida de los estudiantes.
  • Richard Sabuin y John Wesley Taylor V exploran los aspectos esenciales de la creación de un plan maestro espiritual y ofrecen una guía para hacerlo. La guía ya se utiliza en las universidades adventistas y en muchas escuelas secundarias, y puede adaptarse fácilmente a las escuelas primarias.
  • Glynis Bradfield y Ray McAllister abordan el papel de la formación del carácter y la integridad en la promoción de estrategias para maximizar la integridad académica en el entorno del aprendizaje en línea.
  • En la sección de Mejores Prácticas, Shondell DeVeld explora el valor de la conciencia nutricional.
  • Los tres artículos restantes continúan nuestro énfasis en CTIM. Ryan Hayes y David Nowack exploran el uso de la química para reforzar la educación científica adventista y el conocimiento de la creación de Dios. Katherine Koudele aborda el “plano” proverbial de la educación adventista desde la perspectiva de la agricultura, y Melodie Anne Reed Williams ofrece una colección de recursos de ingeniería que pueden utilizarse para crear conciencia CTIM.

Esperamos que los artículos de este número estimulen su reflexión sobre la profesión e inspiren enfoques innovadores a la hora de planificar los contenidos y mejorar la enseñanza, y de hacerlo con la fe y el aprendizaje como base.

Faith-Ann A. McGarrell

Faith-Ann A. McGarrell, PhD, es la editora de la Revista de Educación Adventista®. Su correo electrónico es [email protected].

Citación recomendada:

Faith-Ann A. McGarrell, “¿Qué marca la diferencia?” Revista de Educación Adventista 84:2 (2022).

NOTAS Y REFERENCIAS

  1. Parker Palmer, The Courage to Teach: Exploring the Inner Landscape of a Teacher’s Life (San Francisco: Josey-Bass, 1998), ix.
  2. Todas las citas bíblicas son tomadas de la Nueva Versión International (NVI) de la Bíblia. Santa Bíblia, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL® NVI® © 1999, 2015 por Biblica, Inc.®, Inc.® Usado con permiso de Biblica, Inc.® Reservados todos los derechos en todo el mundo.
  3. Thomas J. Fellers and Michael W. Davidson, “Introduction to the Reflection of Light” (n.d.): https://www.olympus-lifescience.com/en/microscope-resource/primer/lightandcolor/reflectionintro/.
  4. Elena G. de White, Consejos Sobre la Obra de la Escuela Sabática (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1992), 115.
  5. Palmer, The Courage to Teach, 10.
  6. George R. Knight, Educación para la eternidad: Filosofía de la educación adventista Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2017), 86-87.