Editorial | Julián Melgosa

El taburete de tres patas

Crecí en los barrios marginados de Madrid, España. Solo de vez en cuando mi familia podía llevarme a experimentar las bendiciones de la naturaleza disponibles en el campo. Debía de tener cinco años cuando vi por primera vez una vaca de verdad, que me pareció mucho más grande de lo que había imaginado por las fotos y los juguetes. Junto a la vaca en el corral, recuerdo claramente haber visto un taburete de ordeñar de tres patas. Alguien me explicó que este taburete de tres patas proporcionaba el equilibrio necesario para ordeñar a la vaca, independientemente de la irregularidad del terreno. Después, en la escuela, aprendí que tres puntos determinan un plano (siempre que no sean colineales), lo que explicaba la idoneidad de aquel singular diseño de silla. Además, el taburete de ordeñar de tres patas podía sufrir imperfecciones, como que una pata fuera ligeramente más larga o más corta que la otra, y aun así proporcionar una estabilidad razonable.

Qué fascinante me parecía que uno pudiera sentarse establemente en una silla de tres patas y, sin embargo, ¡todas las sillas que yo conocía tenían cuatro patas! Años más tarde, observé que muchos principios, teorías o ideologías se basan en tres elementos. Y esto me lleva al punto de este editorial: La educación cristiana se ha construido sobre tres pilares—el hogar, la iglesia local y la escuela, cada uno de los cuales representa una pata del taburete.

La primera fuente de aprendizaje, y a menudo la más importante, es el hogar, la familia. Es el lugar donde los niños aprenden su lengua materna y los fundamentos de las interacciones sociales, donde tienen por primera vez la oportunidad de recibir y dar amor y afecto. Pronto son incorporados a la congregación de la iglesia, normalmente años antes de entrar en la escolarización formal. La iglesia local proporciona una gran fuente de conocimientos religiosos y espirituales, además de un entorno para aprender sobre el amor y el poder salvador de Jesús presentado de forma atractiva a los niños en la escuela sabática, en los clubes de Aventureros y Conquistadores, así como en servicios especiales para niños y oportunidades para servir a la comunidad. Todo ello proporciona oportunidades para interactuar positivamente con los compañeros desde las primeras etapas del desarrollo que, además de asistir en el día de reposo, muchas amistades se desarrollan en el entorno de la iglesia. Por último, los niños van a la escuela y adquieren conocimientos y habilidades necesarios para adaptarse a una cultura y sociedad particular. Allí, los alumnos pueden seguir planes de estudios sofisticados y experimentar una réplica del gran mundo social que los preparará para la vida.

La Iglesia Adventista del Séptimo Día tiene una larga y firme tradición educativa. Desde sus inicios ha recibido abundantes consejos de una fuente inspirada sobre la influencia del hogar, la iglesia y la escuela y cómo estas tres fuentes influyen en el desarrollo del alumno:

  • “En su sabiduría el Señor ha decretado que la familia sea el mayor agente educativo. En el hogar es donde ha de empezar la educación del niño. Allí está su primera escuela. Allí, con sus padres como maestros, debe aprender las lecciones que han de guiarlo a través de la vida: lecciones de respeto, obediencia, reverencia, dominio propio”.1
  • “Dios ha designado a la iglesia como atalaya, para que ejerza un cuidado celoso sobre los jóvenes y niños, y que como centinela vea cómo se acerca el enemigo y advierta del peligro”.2
  • “Dondequiera que haya algunos observadores del sábado, los padres deben unirse para proveer un lugar apropiado para una escuela diurna donde sus niños y jóvenes puedan ser instruidos. Deben emplear un maestro cristiano que, como misionero consagrado, eduque a los niños de tal manera que los induzca a llegar a ser misioneros”.3

Elena de White recibió inspiración para poner por escrito cientos, si no miles, de páginas de consejos para desarrollar la educación cristiana, sabiendo que, dada la complejidad de cada institución, familia, escuela e iglesia local, debe hacerse un esfuerzo intencionado para nutrir y apoyar la interacción y una relación armoniosa entre ellos.

Por eso me gusta la metáfora del taburete de tres patas. Un niño puede proceder de una familia disfuncional, pero la escuela y la iglesia pueden compensar esa carencia; o puede asistir a una iglesia que carece de una atmósfera afectuosa, pero la escuela y la familia pueden proporcionarle suficiente sustento; o una escuela puede tener dificultades para cumplir con sus responsabilidades, pero la iglesia y la familia pueden intervenir y proporcionar los recursos necesarios para reforzar la escuela. La metáfora permite variaciones en el hogar, la iglesia y la escuela, al tiempo que intenta mantener una experiencia educativa estable.

Sin duda, Dios ha designado múltiples fuentes para mejorar el aprendizaje y la educación y garantizar que las buenas nuevas de la salvación a través de Jesús lleguen a todos los niños. He conocido a adultos que tuvieron una experiencia mediocre en la iglesia y la escuela, pero que florecieron mental, física y espiritualmente gracias a una fuerte influencia familiar. Otros han sido juzgados y maltratados por su iglesia local, y una familia y una escuela afectuosos han compensado las influencias negativas. Como educadores, tenemos la sagrada responsabilidad de fortalecer la pata del taburete de la que somos responsables en nuestras escuelas, aulas e interacciones con el hogar y la iglesia. El objetivo final, sin embargo, es producir un taburete de tres patas robustas e inquebrantables para que los alumnos tengan las mejores oportunidades de crecer en conexión con Dios y con sus semejantes.

En conclusión, padres, pastores, maestros y alumnos deben trabajar fielmente y de manera coordinada para apoyar el desarrollo espiritual, mental, físico y social de los niños. Solo en la eternidad sabremos cuántas almas de niños y jóvenes se han salvado gracias a la intervención del hogar, la iglesia y la escuela.

Julián Melgosa

Julián Melgosa, PhD, es Director Asociado de Educación de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, con oficinas centrales en Silver Spring, Maryland, EE. UU. Se desempeña como el intermediario para la educación superior y como asesor para las divisiones Norteamericana, Sudamericana y Transeuropea. El Dr. Melgosa también se desempeña como Editor Asociado de La Revista de Educación Adventista (ediciones internacionales).

Citación recomendada:

Julián Melgosa, “El taburete de tres patas,” Revista de Educación Adventista 85:1 (2023). https://doi.org/10.55668/TSUR7544.

NOTAS Y REFERENCIAS

  1. Elena G. de White, Consejos para los Maestros (Mountain View, CA: Pacific Press, 1971) 103.
  2. Ibid., 157.
  3. Ibid., 165.