La primera vez que oí hablar del Dr. John Maxwell fue cuando me regalaron su libro titulado Las 21 leyes irrefutables del liderazgo. Maxwell, autor prolífico, conferenciante y mentor, ha escrito varios libros sobre liderazgo y desarrollo personal que han vendido más de 24 millones de ejemplares en 50 idiomas. Recientemente, una mañana tuve la oportunidad de ver su presentación sobre los “Cinco pasos para compartir tu fe”1 y me intrigaron mucho las ideas de Maxwell sobre la fe y la mejor manera de compartir el amor de Jesús con los demás.
Pasión por compartir la fe
En su presentación, Maxwell identifica los cinco pasos siguientes para compartir la fe: (1) Valorar a las personas y añadirles valor; (2) Abrazar y aferrarse a tu fe; (3) Entrar en su mundo para conocerlas y entenderlas; (4) Ser creativo al compartir las buenas nuevas; y (5) No olvidar nunca por qué has venido a este mundo.2 En su ministerio, Maxwell ha hablado más de 12,000 veces en muchos lugares del planeta. Debido a sus numerosos libros sobre liderazgo y desarrollo personal, todos esperan que hable de estos temas, especialmente en lo que se refiere a la comunidad empresarial secular. Sin embargo, en una entrevista le preguntaron cuál era su tema favorito. Maxwell respondió que le encanta compartir dos temas. En primer lugar, le encanta compartir su fe. En segundo lugar, le apasiona enseñar a la gente a compartir su fe. Nada es más gratificante, dijo, que presentar a una persona a Cristo. Su creencia en el valor de cada persona y su profundo amor a Dios han dado forma a su ministerio. Me impresionó profundamente su pasión por compartir el amor de Dios.
La ciencia de salvar un alma
La mayoría de los educadores hablan con facilidad de investigación, servicio académico, estrategias de enseñanza, desarrollo profesional y tareas relacionadas con la enseñanza. Estos temas son fundamentales para la profesión y ocupan la mayor parte de nuestro tiempo. Pero ¿podríamos compartir el amor de Dios en el contexto de nuestra carrera docente? Elena G. White ofreció una visión interesante sobre cómo alcanzar a los demás, especialmente a nuestros alumnos: “La más alta de todas las ciencias es la de salvar almas. La mayor obra a la cual pueden aspirar los seres humanos es la de convertir en santos a pecadores”.3
Si la salvación de almas es la ciencia más elevada de todas las ciencias, vale la pena aprender a asociarse con Cristo para hacerlo bien. ¿Por qué la salvación de almas se considera una ciencia? “A fin de conducir a las almas a Cristo, debe conocerse la naturaleza humana y estudiarse su mente”.4 En otras palabras, necesitamos entender profundamente la condición de la mente humana y nuestra naturaleza.
En un entorno escolar, los alumnos se enfrentan a problemas como la presión académica, las relaciones disfuncionales, los problemas económicos, la farmacodependencia, la falta de motivación, la adicción a los videojuegos, la nostalgia, la ansiedad, etc. Cuando los maestros comparten su fe, comparten verdades que pueden transformar la vida de las personas. Sin embargo, aunque la comunidad escolar, en general, está dispuesta a ofrecer apoyo, algunos alumnos no buscan ayuda. Algunos dudan en descargar sus cargas y sufren en silencio las presiones y los retos de la vida.
Entender el método de Cristo
El secreto del éxito en la enseñanza requiere la aplicación de diversos métodos y estrategias pedagógicas eficaces. Pero ¿qué podemos aprender de la vida de un Maestro en cuanto a alcanzar a los alumnos y ganarlos para Cristo? Elena G. White enfatizó la importancia de usar el método de Cristo y destacó las cinco estrategias para alcanzar a la gente: “Sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía a sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: ‘Sígueme’”.5
El ministerio de Cristo ha transformado innumerables almas preciosas. El método de Cristo es eterno y universal, y he contemplado cómo contextualizar e integrar dicho enfoque en las escuelas para lograr un ministerio significativo.
1. Jesús se mezcló con la gente.
Aunque las relaciones positivas con los alumnos son fundamentales para el éxito, una pregunta importante es la siguiente: ¿Cómo nos relacionamos como maestros, orientadores, capellanes, personal y administradores escolares, con los alumnos? ¿Aprovechamos cada oportunidad para interactuar con ellos? Este es el primer paso del método de Cristo: mezclarse con la gente. Esto requiere invertir un tiempo valioso. Por desgracia, los maestros suelen estar demasiado ocupados con fechas límites, evaluaciones, informes de calificaciones y planificación de las clases. La verdad es que a menudo nos encontramos tan ocupados que no tenemos mucho tiempo para atender las necesidades de los alumnos.
Sin embargo, al igual que en la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37), debemos hacer tiempo intencionadamente. El buen samaritano dejó de lado temporalmente su agenda para ayudar a alguien necesitado. Mientras que el hombre que había sido robado y golpeado en el camino de Jericó tenía necesidades visibles y urgentes, no es fácil atender a los estudiantes que tienen necesidades menos reconocibles. Nunca descubriremos sus necesidades y desafíos reales a menos que nos relacionemos con ellos y entablemos una conversación auténtica a través del diálogo personal. Relacionarse con la gente es el primer paso para comprender sus necesidades personales, ya sean emocionales, económicas o espirituales. Además, podemos establecer grandes relaciones mediante conversaciones personales y tiempo de calidad con nuestros alumnos.
A Jesús le encantaba estar con la gente, independientemente de su origen (Mateo 9:10-13; Lucas 15:1, 2; Juan 1:14). Por eso fue acusado de mezclarse con pecadores y comer con pecadores y recaudadores de impuestos. En Joyas de los Testimonios, volumen 2, leemos: “La obra de Cristo consistió mayormente en entrevistas personales. Tenía una fiel consideración por el auditorio de una sola alma”.6
Además de enseñar y asesorar, trabajar en la universidad me permite ser consejera y mentora de clubes y apoyar actividades de la vida estudiantil, lo que brinda valiosas oportunidades de interactuar con los alumnos. Sin embargo, para el profesor o maestro, interactuar con los estudiantes puede requerir más creatividad e intencionalidad. Por ejemplo, esto puede significar visitar a los estudiantes en las residencias, ofrecerles sesiones extra para ayudarlos con las tareas, practicar deportes, unirse a actividades extraescolares o incluso simplemente sentarse y hablar juntos en la cafetería durante las comidas.
2. Jesús mostró simpatía por los demás.
La simpatía es una expresión de cariño; indica tristeza y comprensión por las dificultades, el sufrimiento, la aflicción, la desgracia, etc. de otra persona. Alcanzar a los estudiantes cobra sentido cuando la simpatía sirve de puente que conecta a dos personas: el que sufre y el que consuela. El que sufre puede estar en situación de riesgo académico y/o emocionalmente perturbado debido a una relación rota o a problemas personales en casa. Cuando se establece una conexión auténtica, se crea un espacio para la comprensión, la compasión y la curación. Tenemos un ejemplo excelente en Jesús ante la tumba de Lázaro. Cuando vio a la familia y a los amigos de Lázaro abrumados por el dolor, su corazón se conmovió con simpatía y compasión, y lloró con ellos (Juan 11:33-35). Entonces, satisfizo su necesidad y resucitó a Lázaro de entre los muertos, un presagio de cómo satisfaría las necesidades de la humanidad en el futuro, cuando se levantara de la tumba, derrotando a la muerte para siempre.7
Al mostrar simpatía, debemos buscar formas de aliviar el sufrimiento. En Testimonios para la Iglesia, tomo 4, leemos: “Cualquier ser humano que necesita nuestra compasión y nuestros buenos servicios, se constituye en nuestro prójimo. Los dolientes e indigentes de todas clases son nuestros prójimos; y cuando llegamos a conocer sus necesidades, es nuestro deber ayudarlas hasta donde sea posible”.8 A menudo pensamos en la simpatía como un sentimiento de tristeza por los demás debido a su situación. Sin embargo, simpatizar no es solo sentir pena por los demás, sino actuar de forma práctica. Este método es visible en la vida de Cristo, que no se limitó a mostrar simpatía, sino que llevó esa simpatía al siguiente nivel: la acción compasiva. De nuevo, en Mateo 14:14, tenemos otro ejemplo de la compasión de Jesús: “Cuando Jesús desembarcó y vio tanta gente, tuvo compasión de ellos y sanó a los que estaban enfermos” (NVI).9
La Biblia está llena de recordatorios sobre la simpatía orientada a la acción, como dar de comer al hambriento (Mateo 15:32-39; Marcos 8:1-13), vestir al desnudo (Isaías 58:7; Mateo 25:35-45), acoger al forastero (Mateo 25:31-40; Hebreos 13: 2), visitar a los enfermos (Mateo 25:36; Santiago 5:14) y a los presos (Mateo 25:34-40; Hebreos 13:1-3), visitar a las viudas (Lucas 7:11-15; Hechos 9:39) y a los huérfanos (Deuteronomio 14:28-29; Santiago 1:27), y consolar a los que están en apuros (Jonás 4:5-8). Todo maestro debe ser proactivo y sensible a las necesidades de los alumnos para asegurarse de que reciben el apoyo esencial. Si queremos ser educadores eficaces, debemos comprender las emociones de nuestros alumnos y compadecernos de sus necesidades, como hizo Jesús cuando se relacionaba con la gente. Cuando los maestros y el personal son más intencionales en esto, muchos estudiantes en el campus serán tocados por el ministerio de la compasión.
3. Jesús atendió las necesidades de la gente.
La vida de Cristo es un ejemplo de cómo satisfacer las necesidades de la gente. Por ejemplo, Jesús atendió la necesidad de evitar una posible vergüenza social en las bodas de Caná. También satisfizo las necesidades físicas colectivas de más de 5,000 personas hambrientas, dándoles de comer. En otra ocasión, atendió la necesidad privada de seguridad emocional de la mujer junto al pozo y las necesidades espirituales personales de Zaqueo y Nicodemo. Jesús es un ejemplo perfecto de cómo responder en la práctica cuando se descubre una necesidad establecida, y de cómo satisfacerla oportunamente: “El Salvador dió su vida preciosa para establecer una iglesia capaz de cuidar de las almas entristecidas y tentadas”.10
Sin embargo, por naturaleza, deseamos nuestro propio bien. Al igual que el sacerdote y los levitas de la parábola del buen samaritano, a ninguno de nosotros nos gustan las interrupciones. Los maestros son personas ocupadas. Tienen reuniones de comités a las cuales asistir, calificaciones que establecer, propuestas de proyectos que presentar y trabajos que hacer. Se fijan objetivos y quieren cumplirlos, a veces en poco tiempo. Por eso, cuando un alumno pide ayuda o el director convoca una reunión urgente por el comportamiento indeseado de un estudiante, puede resultar difícil si el momento no es conveniente. A veces, es difícil dejar lo que uno está haciendo para ocuparse de otro asunto urgente.
Pero la mayoría de las veces, las mejores oportunidades para atender las necesidades de las personas se presentan en medio de interrupciones. Cuando estudiamos el ministerio de Jesús, nos damos cuenta de que algunas de las necesidades que Él atendió ocurrieron como interrupciones, a las que Él respondió amorosamente. Atender las necesidades de los demás a menudo implica tiempo y sacrificios.
Aunque Dios nos pide que deseemos el bien de los demás, ministramos a los demás no solo porque queremos algo a cambio, sino para demostrar que nos importan y los amamos de verdad. Recuerdo que visité a una estudiante en la residencia después de que uno de los miembros de su familia muriera a causa de un accidente de auto. Me agradeció que estuviera allí para escucharla. Otros estudiantes han compartido conmigo que el simple hecho de que alguien escuchara sus frustraciones y sentimientos de agotamiento debido a ocupar varios puestos de liderazgo en el campus o a ser incapaces de gestionar su tiempo les aseguraba ser vistos y escuchados. En muchos casos, atender sus necesidades significa escucharlos. El ministerio de la presencia y la oración con ellos no tiene precio, especialmente en los momentos más difíciles.
4. Jesús se ganó la confianza de la gente.
En cualquier relación, la integridad y la comunicación abierta son esenciales para inspirar confianza. Cuando hay confianza, aunque las palabras no estén perfectamente empaquetadas, la gente entenderá lo que quieres decir. Pero sin confianza, pueden producirse malinterpretaciones por muy cuidadosamente que se elaboren las palabras. La falta de confianza y la reserva respecto a los demás se producen cuando la gente se ha aprovechado de otros. Las relaciones prosperan cuando hay confianza, y confiar en alguien requiere conocer su carácter. Por eso, ganar confianza es un proceso largo. Implica rasgos de carácter como la integridad, los motivos puros y las buenas intenciones al entablar relaciones con la gente.
En una ocasión, los pescadores que seguían a Jesús echaron las redes sin éxito (Lucas 5:4-11), pero confiaron en las palabras del Carpintero cuando les dijo que lo intentaran de nuevo. Las siguientes preguntas son sobre las que todo maestro debería reflexionar mientras nos esforzamos por construir mejores relaciones con los alumnos y compartir nuestra fe. Cuando habla con la gente, ¿confían en usted? ¿Ponen su confianza en usted? ¿Por qué confiarían los alumnos en un maestro que no confía en ellos? ¿Pueden confiar en que las cuestiones delicadas que compartan con usted serán confidenciales? ¿Cuáles son algunos de los elementos que favorecen el crecimiento de esa confianza? ¿Qué hace que la gente esté dispuesta a confiar o tener fe en alguien? El punto de partida para ganarse la confianza es escuchar. Es difícil sobrevivir en un entorno en el que la gente no escucha conscientemente: los jefes no escuchan a los empleados, los alumnos no escuchan a los maestros, los jóvenes no escuchan a los líderes de la iglesia y los cónyuges no se escuchan entre sí.
Los alumnos también deben saber que usted, su maestro, se preocupa por su bienestar. Esto significa demostrar que se preocupa por lo que les ocurre, por las decisiones que toman y que tiene en cuenta su interés superior. Los principios éticos y límites claros deben guiar las relaciones con los alumnos. En muchos países, los educadores son considerados informadores obligatorios, por lo que, aunque la confidencialidad es esencial, cualquier cosa divulgada que pueda causar daño al estudiante o a otros debe comunicarse. Saber que alguien se preocupa por lo que les ocurre, se basa en la coherencia y la honestidad.
Como orientadora, siempre me pregunto: “¿Cómo me gano la confianza de los alumnos? ¿Por qué vendrían a mi oficina a escuchar cuando podrían hablar con sus amigos?” Cuando escuchamos, ganamos confianza porque significa que valoramos a las personas. Escuchar es el punto de partida para ganarse la confianza de la gente.
5. Jesús invitó a la gente a seguirlo.
“Venid en pos de mí¨, dijo Jesús a las personas que llamaba a ser sus discípulos. El llamado vino después de satisfacer sus necesidades y ganarse su confianza. Este es un paso vital y secuencial en el método de Jesús. Es difícil ganarse la confianza de los alumnos cuando no se ha mezclado con ellos o no se ha satisfecho sus necesidades o simpatizado con ellos. Llevar a la gente a Dios es el resultado natural de utilizar el método de Cristo como base sólida del ministerio universitario. Surge de los primeros cuatro pasos, durante los cuales se construyen relaciones genuinas. Cuando los estudiantes empiezan a preguntarse por nuestras motivaciones y por qué vivimos como vivimos, podemos empezar a hablar espontáneamente de la fuente de nuestro compromiso e inspiración espirituales.
En mis años de enseñanza y asesoramiento a estudiantes, he descubierto que los educadores pueden influir realmente en la vida de los alumnos si aplican intencionadamente el método de Cristo. Cuando sus palabras están llenas de esperanza y aliento, los estudiantes se sentirán atraídos a los pies de Jesús.
Reflexiones finales
Vivir una vida piadosa es un aspecto integral del método de Cristo. Por lo tanto, los maestros deben modelar un estilo de vida cristiano y mostrar evidencias de los frutos del Espíritu en sus vidas. No hay atajos para alcanzar a los alumnos, pero el método de Cristo ofrece la oportunidad de derribar muros y crear puentes para un verdadero testimonio. Además de demostrar un profundo conocimiento de sus materias, cada educador puede aprender del Maestro y convertirse en un misionero eficaz acercándose a los estudiantes que necesitan ayuda.
Citación recomendada:
Junjun Manalo Amparo, “Utilizar el método de Cristo para alcanzar a los alumnos” Revista de Educación Adventista 85:4 (2023).
NOTAS Y REFERENCIAS
- John Maxwell, “Five Steps to Sharing Your Faith,” YouTube (November 7, 2021): https://www.youtube.com/watch?v=L8DkX994KMA.
- Ibid.
- Elena G. de White, Ministerio de Curación (Mountain View, CA: Pacific Press, 1959), 310.
- _________, Joyas de los Testimonios (Mountain View, CA: Pacific Press, 1876), 1:454, 455.
- _________, Ministerio de Curación, 102.
- _________, Joyas de los Testimonios, 2:402.
- _________, El Deseado de Todas las Gentes (Mountain View, CA: Pacific Press, 1955), 486-494.
- _________, Testimonios para la Iglesia (Doral, FL: Asociación Publicadora Interamericana, 2007), 4:224.
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- White, El Deseado de Todas las Gentes, 595.