Hoy en día prevalece el debate en torno a la educación ambiental, un proceso pedagógico destinado a formar a las personas en la concientización de los problemas ecológicos que asolan cada vez más nuestro planeta. Se centra en capacitar a personas y entidades que actúen intencionalmente en la preservación los recursos naturales aún disponibles, prevenir o revertir la contaminación y frenar el impacto del calentamiento global y el cambio climático. Esta educación implica fomentar un estilo de vida sostenible y una consideración reflexiva no solo de los aspectos ecológicos, sino también de las implicaciones económicas, sociales, políticas y éticas. Además, la educación ambiental es significativa por su carácter interdisciplinario, al estar vinculada a casi todas las esferas del conocimiento.
La educación ambiental es algo a lo cual los cristianos deberían prestar más atención pues está directamente relacionada con su fe en Dios como Creador de los cielos y la tierra. La Biblia afirma inequívocamente que “del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan” (Salmo 24:1, NVI).1 Todos somos mayordomos de Dios, responsables de los recursos que nos han sido confiados (Lucas 12:42-48), entre los que se encuentran sin duda los recursos naturales. Por lo tanto, la conciencia ecológica está estrechamente relacionada con la mayordomía cristiana, y podemos elaborar lecciones de educación ambiental que estén arraigadas en las enseñanzas de las Sagradas Escrituras.
Este ensayo pretende equipar a los educadores cristianos con argumentos bíblicos para involucrar a sus alumnos en la responsabilidad medioambiental. El debate sobre este tema se ha dividido en cuatro secciones que podrían servir de base para una serie de cuatro sesiones de clase o lecciones. De esta breve reflexión puede derivarse otros estudios y actividades prácticas.
Lección 1: Mayordomos de la Creación
Objetivo: En esta lección o sesión de clase, los alumnos comprenderán el significado bíblico de los términos sojuzgar y señorear en el contexto del relato de la creación en el Génesis. La lección pretende demostrar que esto no se refiere a la explotación de los recursos naturales, sino al cuidado responsable de la creación.
Mucha gente considera que la orden de Dios de que los humanos “sometan” la tierra y “dominen” sobre los animales (Génesis 1:28) es un cheque en blanco para explotar el planeta. Pero ¿es ésta una suposición correcta? Para entender correctamente estos términos, tenemos que profundizar en el significado de las palabras traducidas como “someter” y “dominar” en hebreo bíblico y cómo se utilizan en otros pasajes del Antiguo Testamento.
El verbo traducido como “dominar sobre” (radah) transmite la idea de dominar y gobernar. Este término se utiliza con frecuencia en la Biblia para referirse al gobierno de un rey o nación sobre otros monarcas y naciones contrarias (1 Reyes 4:24; Salmo 72:8; 110:2; Isaías 14:2; Ezequiel 29:15). También se utiliza para significar subyugar a otra persona (Levítico 26:17; Nehemías 9:28; Isaías 14:2). Del mismo modo, la palabra traducida “someter” (kavash) implica una forma de dominación impuesta (Números 32:22; 2 Samuel 8:11; 2 Crónicas 28:10; Jeremías 34:11).
Aunque ambos términos parecen expresar la idea de dominación, es crucial recordar que la relación entre los seres humanos y la creación se califica al final del sexto día con la expresión “muy buena” (Génesis 1:31). Según el teólogo Nahum Sarna, esto revela una interrelación “armoniosa y mutuamente beneficiosa” entre la humanidad y el resto de la creación de Dios.2
Es probable que la directiva de Génesis 2 de tener dominio sobre los animales estuviera vinculada de algún modo al acto de ponerles nombre. Los versículos 19 y 20 afirman que Dios creó a los animales y luego los llevó ante Adán para que les pusiera nombre. Esta autorización para nombrar a los animales debe entenderse como una delegación de autoridad por parte de Dios, su permiso para que los humanos ejerzan cierto grado de soberanía sobre la naturaleza. Del mismo modo que Dios demostró su dominio sobre el tiempo y el espacio dando nombre al día, la noche, los cielos y los mares (Génesis 1), Adán reveló su dominio sobre el reino animal dando nombre a las criaturas.
Es importante destacar que este señorío inicial del ser humano sobre los animales no fue algo que la humanidad se ganara; se lo concedió Dios. Una de las restricciones que limitaron este dominio fue la dieta vegetariana dada a la humanidad (Génesis 1:29). Cabe destacar que el consumo humano de carne fue autorizado por el Señor solo después del Diluvio (Génesis 9:3, 4), cuando la relación entre el ser humano y la creación ya había sido perturbada por la presencia del pecado (Génesis 3).
El dominio limitado de los humanos sobre los animales se expresa sutilmente en el relato de la caída moral de la humanidad (Génesis 3) cuando la serpiente (el diablo) engañó a Adán y Eva. El hecho de que Satanás eligiera un animal para engañar a la humanidad es irónico y trágico. Los que debían dominar el reino animal fueron dominados por él.
La orden de Dios: “llenen la tierra y sométanla” (Génesis 1:28), probablemente tenía que ver no solo con el dominio resultante de la presencia humana en el mundo, sino también con el cultivo de la tierra. Curiosamente, en Génesis 1:2 se describe la tierra con las palabras hebreas tohu wavohu, que se traducen como “sin forma y vacía”. Esta expresión no es una mera figura retórica (hendiadys) que representa el caos primitivo, sino también una representación gráfica de la tierra en su estado de esterilidad e infertilidad, como indica el uso de tohu y vohu en Isaías 34:11 y el término tohu en Deuteronomio 32:10 y Job 6:18.
Este estado improductivo comenzó a revertirse cuando Dios ordenó que se produjera “vegetación sobre la tierra; que esta produzca hierbas que den semilla y árboles que den fruto con semilla” (Génesis 1:11). Sin embargo, la Biblia menciona que “ no había ningún arbusto del campo sobre la tierra ni había brotado la hierba, porque Dios el Señor todavía no había hecho llover sobre la tierra ni existía el hombre para que la cultivara” (Génesis 2:5). La solución a este problema se presentó, en parte, mediante la creación de Adán y Eva (Génesis 2:7; 1:28). Así, el texto parece sugerir que la directiva de someter la tierra dada a los humanos estaba estrechamente vinculada a su responsabilidad de trabajar la tierra.
Esta idea se reafirma en Génesis 2:15. En este versículo dice que el Señor colocó al hombre en el Jardín del Edén y le ordenó “cultivarlo y cuidarlo”. El verbo traducido “cultivar” ('avad) significa literalmente “laborar”. Los seres humanos debían trabajar la tierra y, por lo tanto, su productividad estaría determinada por ellos. A su vez, la palabra shamar, traducida como “cuidar” (NVI) o “guardar” (RVR1960), denota el cuidado y la administración que los seres humanos debían ejercer hacia la tierra. Esta misma palabra se utiliza en el Antiguo Testamento para describir el cuidado de Dios hacia su pueblo (Salmo 121).
Además, 'avad y shamar se utilizan juntos en Números 3:7 y 8:26 para describir los deberes de los levitas y su servicio en el tabernáculo del desierto. En otras palabras, la misión humana en relación con el Jardín del Edén se describe en las Escrituras como un deber religioso similar al trabajo de los levitas en el santuario. De ahí que resulte evidente que la directiva de Dios de someter la tierra no tiene nada que ver con la explotación del medio ambiente, ni debe utilizarse para justificar tal actitud. Al contrario, el mandato de Dios a los primeros humanos (y a sus descendientes) era cuidar responsablemente de la naturaleza.
Lección 2: Dios, la tierra y la humanidad
Objetivo: Esta lección pretende ayudar a los alumnos a comprender la inseparable relación triangular entre Dios, la tierra y la humanidad en el relato de la Creación. Aclarar esto ayudará a los alumnos a comprender cómo las acciones humanas afectan al medio ambiente y cómo los resultados de dichas acciones repercuten en los seres humanos, afectando su existencia y bienestar.
El relato de Génesis 1 a 3 presenta una tríada inseparable: Dios-tierra-humanidad. La tierra es el principal “socio” de Dios en el proceso de la creación, al ser el primer elemento creado capaz de producir vida. Dios también se sirvió de ella al formar los animales, las aves (Génesis 2:19) y, sobre todo, el primer ser humano (Génesis 2:7).
Los seres humanos, al igual que la tierra y los animales (Génesis 1:22), fueron creados con la capacidad de producir vida. Si la primera orden divina a la tierra fue que produjera hierba, plantas y árboles frutales (Génesis 1:11), para los seres humanos fue: “Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra” (vs. 28). Esto demuestra que tanto la tierra como los seres humanos son socios de Dios en el proceso creativo.
Más allá de la relación entre Dios y la tierra, y entre Dios y la humanidad, existe la relación entre los seres humanos y la tierra. El ser humano ('adam) procede de la tierra ('adamah), y las decisiones de uno afectan directamente al destino del otro. Cuando Adán y Eva pecaron, la tierra se contaminó. Dios dijo a los humanos que había creado: “¡maldito será el suelo por tu culpa! Con sufrimiento comerás de él todos los días de tu vida. La tierra te producirá cardos y espinas” (Génesis 3:17-18). A causa del pecado, los seres humanos tuvieron dificultades para labrar la tierra, por lo que ya no era tan fácil someterla. Como resultado, la tierra comenzó a producir plantas con espinas, alterando drásticamente el escenario perfecto de la creación original.
A menudo, cuando la humanidad peca, la tierra sufre y reacciona. Por ejemplo, cuando Caín mató a Abel, la tierra se volvió aún más difícil de cultivar (Génesis 4:12). Esta realidad fue tan dura que el patriarca Lamec, padre de Noé, esperó un alivio del trabajo y la angustia causados por “esta tierra que maldijo el Señor” (Génesis 5:29). Otro ejemplo de cómo el suelo se ve afectado por la pecaminosidad humana se encuentra en la advertencia de Dios al pueblo de Israel: “Si ustedes contaminan la tierra, ella los vomitará como vomitó a las naciones que la habitaron antes que ustedes” (Levítico 18:28). Aunque el contexto de este y otros pasajes no se refiere a la degradación del medio ambiente, es interesante observar cómo los autores bíblicos describen la reacción de la tierra ante el pecado de la humanidad.
Por otra parte, cuando el Señor restaure la relación con la humanidad en la tierra renovada, esta será restaurada a su perfección original (Apocalipsis 21 y 22). En la tierra nueva, los humanos “plantarán viñas y comerán de su fruto”; “no trabajarán en vano”; y “el lobo y el cordero pacerán juntos” (Isaías 65:21, 23, 25). En otras palabras, la relación entre el hombre y la Tierra volverá a ser armoniosa cuando Dios sea el vínculo entre ambos. Solo entonces lograrán los humanos someter la tierra.
Lección 3: Lucha por la supervivencia
Objetivo: Esta lección amplía la perspectiva sobre el caos en que degeneró la relación entre los seres humanos y la naturaleza después del pecado. Muestra el resultado perjudicial de la desobediencia a los principios divinos, no solo para los seres humanos sino también para todo el medio ambiente.
La conexión entre los seres humanos, la tierra y los animales adquiere dimensiones aún más dramáticas después del Diluvio. Cuando la narración bíblica vuelve a Génesis 1:28 en el capítulo 9:1 a 3, se producen alteraciones deliberadas en dos formulaciones. Se mantiene la directiva de multiplicar y llenar la tierra, pero no aparece el mandato de que la humanidad la someta. Simultáneamente, se modifica el mandato divino de tener dominio sobre los animales: La relación entre la humanidad y el reino animal se caracteriza ahora por una lucha por la supervivencia.
Tras la entrada del pecado en el mundo, la tierra se volvió más difícil de cultivar y, en consecuencia, más difícil de someter: “Comerás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres y al polvo volverás” (Génesis 3:19). El sometimiento completo de la tierra no es alcanzable en un mundo donde prevalece la transgresión. Mientras esta realidad persista en este planeta, la naturaleza será “subversiva”, y la vida humana estará sujeta a catástrofes naturales y enfermedades. Cuando los seres humanos entran en la tumba, son “tragados” por la tierra y reducidos a su materia prima: el polvo (Eclesiastés 12:7).
La directiva de dominar a los animales se reduce a una interacción marcada por el “pavor” y el “miedo”. Mientras los humanos luchan por dominar su comida, los animales luchan por su propia supervivencia. El apacible soberano humano que nombraba cariñosamente a todo ser vivo se ha transformado en un cruel dominador. Así, el Adán vegetariano (un modelo humano ideal) contrasta fuertemente con el tiránico cazador Nimrod (un arquetipo de la humanidad corrompida; véase Génesis 10:8, 9).3
Lección 4: Punto de equilibrio
Objetivo: Tras el debate anterior, esta última lección confronta a los alumnos con los dos extremos principales que conciernen a la relación entre el ser humano y el medio ambiente: la explotación irresponsable y la exaltación excesiva de la naturaleza. En esta fase, el objetivo es que el profesor conciencie a los alumnos de que ambos extremos son perjudiciales, llevándolos a encontrar el punto de equilibrio, que implica asumir el papel de mayordomos de la naturaleza como representantes de Dios.
Dado lo que hemos visto hasta ahora, hay que evitar dos extremos en la relación del ser humano con los animales y la tierra: (1) pensar que el ser humano puede hacer lo que quiera – lo que puede alimentar el ímpetu de explotación, y (2) exaltar la naturaleza por encima del ser humano e incluso de Dios – lo que podría llevar a la idolatría.
En la historia de Israel, el segundo extremo fue más común que el primero. Cuando los israelitas descuidaron su papel de mayordomos de la creación y se degradaron ante la naturaleza, los animales, el sol, la luna y las estrellas se convirtieron en objetos de culto (Éxodo 32:4; 2 Reyes 23:5).
Hoy, sin embargo, es posible afirmar que la humanidad se enfrenta a ambos extremos, por lo que resulta más crucial que nunca encontrar un punto de equilibrio. Por un lado, los humanos modernos promueven la explotación medioambiental en nombre del progreso, el consumo y el desarrollo; por otro, veneran la naturaleza a través de filosofías que ven todos los elementos naturales como divinos (panteísmo).
Por eso, ahora más que nunca, es necesario dignificar el papel de soberano/guardián que el Señor designó para la humanidad cuando colocó a Adán y Eva en el Jardín del Edén y les ordenó gobernar sobre los animales y someter la tierra. Dios creó a los seres humanos y los colocó en el Edén con un noble propósito: representar a la divinidad en medio de la creación.
Conclusión y aplicación pedagógica
Este ensayo ha sentado las bases para debatir la educación ambiental desde un punto de vista bíblico. A partir de esta breve guía temática, los educadores cristianos pueden abordar temas ecológicos con sus alumnos en el marco de una cosmovisión bíblica que asume la responsabilidad humana como administradores de la creación de Dios y representantes del Creador.
Pedagógicamente, es crucial que los educadores cristianos inculquen profundamente estos conceptos en la mente de los alumnos mediante una exposición cuidadosa del tema y promoviendo un debate respetuoso. Una vez establecida la conciencia sobre el valor de la naturaleza en el contexto de la relación entre Dios, los seres humanos y la tierra, el siguiente paso es plantear cuestiones acuciantes como la explotación sin restricciones de los recursos naturales y, en el otro extremo, el tema poco debatido del excesivo cuidado del medio ambiente a costa de la propia humanidad.
En este proceso de aprendizaje, es vital animar a los alumnos a reflexionar y pensar por sí mismos, guiarlos a los principios bíblicos y llegar a conclusiones que los lleven a la acción. De hecho, este es precisamente el último paso. Es responsabilidad del profesor no solo poner de relieve las cuestiones que rodean a la educación medioambiental, sino también proporcionar medios creativos para que los alumnos pongan en práctica los valores aprendidos en el aula. Esta fase acoge actividades en la naturaleza, que permiten a los alumnos sumergirse en el tema tratado y estudiar de primera mano el segundo gran libro de Dios: Sus obras creadas.
Este artículo ha passado por la revision de pares.
Citación recomendada:
André Vasconcelos y Eduardo Rueda Neto, “La educación medioambiental a la luz de la Biblia”, Revista de Educación Adventista 86:1 (2024).
NOTAS Y REFERENCIAS
- A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas en este artículo son tomadas de la versión de la Biblia Nueva Versión Internacional (NVI). Santa Biblia, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL® NVI® © 1999, 2015, 2022 por Biblica, Inc.®, Inc.® Usado con permiso de Biblica, Inc.® Reservados todos los derechos en todo el mundo.
- Nahum M. Sarna, The JPS Torah Commentary: Genesis (Philadelphia, Penna.: Jewish Publication Society, 1989), 12.
- Laurence A. Turner, Announcements of Plot in Genesis (Sheffield: Sheffield Academic Press, 1990), 48. La Biblia dice que Nimrod era un “valiente cazador ante el Señor” (Génesis 10:9). En cuanto a la expresión “ante el Señor”, la Septuaginta traduce esta frase como “contra el Señor”, traducción posible también en hebreo. En la tradición judía y cristiana, Nimrod suele considerarse el líder de los constructores de la Torre de Babel en la región de Sinar. Se le asocia con un reino que abarcaba las ciudades de Babel, Uruk, Acad y Kalneh, todas ellas situadas en Sinar (Génesis 10:10). Según Josefo, Nimrod “transformó gradualmente el gobierno en tiranía, al no ver otra forma de apartar a los hombres del temor de Dios, sino haciéndolos depender constantemente de su poder” (Antiquities of the Jews, libro I, capítulo 4; traducido por William Whiston).